La lucha por hacer de Bogotá una ciudad de bicicletas va por buen camino, el esfuerzo de los últimos burgomaestres para convencer al conglomerado que utilicen la cicla como medio de transporte está dando sus frutos y eso es bueno, el impulso es válido. Pero en el largo camino de crear conciencia sobre el tema, se ha presentado un enemigo peligroso y difícil, a más de clave, es la delincuencia.
Las administraciones no han escatimado esfuerzos por adaptar las vías, generando espacios para los ciclistas, comunidad que ha crecido en alto porcentaje los últimos años y ahora con la pandemia está llegado a niveles sorprendentes, sin contar la elevada presencia de población dedicada a la atención de domicilios, última alternativa utilizada por los restauranteros que buscan salir de una crisis inesperada y amenazante, situación que aumenta la población de ciclistas; en otras palabras la elección de este medio de transporte soñado por las administraciones genera una necesidad sentida y alternativa válida de locomoción.
Pero desafortunadamente la delincuencia en toda acepción es cambiante, adaptándose a las modas o costumbres de las colectividades blanco de sus intereses y, en nuestro caso, hoy ya no son tanto los celulares el motivo de su atracción, sino las bicicletas por haberse convertido en artículo de primera necesidad para la gran mayoría de ciudadanos. Las cosas han trascendido las fronteras, a tal punto que un diario extranjero de buen cuño como The Guardian, se ha fijado en la lamentable situación que enfrentamos, especialmente en la ciudad capital por el hurto de bicicletas. Y con un agregado muy preocupante que es la violencia, sustentada esta aseveración en el elevado número de víctimas y casos registrados en las estadísticas, las agresiones para hurtar las ciclas están a la orden del día, llegando hasta atentar contra la vida de los propietarios que aún sin poner resistencia, son agredidos con armas de diferente presentación.
Si ponemos un poco de atención a las encuestas, observaremos que el sector más amenazado en la capital, es el occidente de la ciudad, los barrios Kennedy, Engativá y Suba, lo que sin embargo tampoco sugiere que las bandas delictivas no hagan presencia en todo a lo largo y ancho de la ciudad. Grave problema para las autoridades por múltiples razones, entre ella el monto del delito, que dificulta su judicialización.
Sin pretensiones me permito sugerir unir voluntades, agencias y entidades que tengan responsabilidades en la defensa ciudadana y mantenimiento del orden público, para hacer estudios de movilidad delictiva, comercialización de las máquinas, el censo de lugares de fabricación, reparación y venta, sistemas de identificación y propiedad, ubicar garajes y talleres venales. En fin, las autoridades necesitan herramientas para judicializar los hallazgos y delincuentes. Sin justicia no tenemos salida y la ciudadanía se frustrara ante la falta de resultados.