En días pasados hemos sido testigos de cómo las FARC han incumplido los acuerdos de La Habana y ello no ha tenido consecuencia alguna. Guerrilleros que debían estar concentrados viajan por el país dando conciertos como si se tratase de divas musicales y no de terroristas condenados por una justicia independiente. En Tumaco hicieron reuniones políticas en la zona transitoria a favor del candidato que resultó electo para la alcaldía de dicho municipio. Una política, claro está, en armas. A la fecha las FARC han devuelto la vergonzosa cifra de 60 menores reclutados, aún cuando autoridades independientes dan cuenta de cifras de reclutamiento en miles. Las Fuerzas Militares de Colombia incautaron varias caletas que contenían armas que no sabemos si iban a devolver, y dinero que decían no tener para reparar a sus víctimas. Los anteriores son solo algunos ejemplos, de gran notoriedad, de incumplimientos que no han tenido consecuencia alguna y que violan lo acordado en La Habana.
El Gobierno ha demostrado no tener un mínimo de voluntad política para obligar a las FARC a cumplir, o para sancionar a quien lo incumple siguiendo los procedimientos y herramientas contenidos en los acuerdos, sentando así un nefasto precedente. Prefieren dar tranquilidad a los integrantes de la guerrilla marxista, y no exponer aún más la popularidad del Presidente. Lo anterior nos lleva a preguntarnos: ¿en qué condiciones nos vamos a enfrentar a las FARC en la arena política?
Los anteriores ejemplos dan cuenta de una situación preocupante, por decir poco. El Presidente y altos funcionarios del Ejecutivo, incluido el equipo negociador gubernamental, recorrieron el país dándose golpes de pecho, diciendo que en el momento que algún integrante de las FARC incumpliera con lo más mínimo de lo acordado en Cuba sería expulsado de este peculiar proceso de paz. Que quienes hicimos campaña, con ideas y argumentos, por el No éramos unos incendiarios, mentirosos, que no iba a haber impunidad, que las precauciones estaban tomadas y los imprevistos habían sido previstos.
Que le pregunten a las víctimas de Julián Conrado, alias “El cantante”, si no sienten que tan nefasto personaje haya salido impune, que sin siquiera haber confesado sus crímenes o al menos pedido perdón, ya viaja por el país como si se tratase de un integrante de una banda de rock, y no un comandante de un grupo considerado como terrorista y violador sistemático del Derecho Internacional Humanitario. En teoría Conrado debería estar reclutado en la zona transitoria del Perijá, y la abandona sin ningún tipo de pudor, incumpliéndoles al gobierno, y al país, y aquí no ha pasado nada.
Es aterrador pensar que este país va a tener que verse las caras en democracia con un grupo terrorista a medio desmovilizar. Porque en efecto es así. Incumplimiento tras incumplimiento vemos que no tienen una verdadera voluntad de dejar las armas, que cuentan con recursos económicos considerables, y que así quieren hacer política. Armas, poderío militar y dinero del narcotráfico: así ingresaron las FARC a la democracia.