Hablando de cuentos de terror, estaba en mora de dar crédito a Julián Parra, cuyo comentario reciente en su Nocturna RCN casi me tumba de la cama, entre gallos y medianoche, como para acabar de completar este Halloween inagotable, que viene desde los idus de marzo, cuando las inexorables aves de mal agüero, una vez descuartizadas, anunciaron que el año bisiesto era siniestro y coincidió con la aparición, cual arúspice, del Covid-19, en forma de murciélago mutante, que nos tuvo a todos siete meses escondidos en casa mirando, espantados, a través del ventanal de la penumbra.
Y lo decía con claridad meridiana: la izquierda se está metiendo por todas las hendijas, queriendo apropiarse de variedad de temas -lo dijimos antes- y de las más “taquilleras” banderas: la del medio ambiente, que cautiva subliminalmente sobre todo a los estudiantes, mujeres y niños; la del colectivo indígena, poderosa y multimillonaria ONG, que no rinde cuentas ni a mi Dios ni a María Santísima, menos a las “Asustadurías”; la de la colorida bandera de la causa LGTBI, cuyo clóset cada día rebosa en nuevos y estremecedores misterios; la del no al maltrato animal (el único mamerto vivo que vibra con la tauromaquia es Antonio Caballero, porque hace poco falleció Alfredo Molano); la de los “derechos humanos fundamentales de los animales”, seres animados que se están apoderando del mundo, arropados con tela y con tutela.
El “neomamertismo” se ha infiltrado en importantes medios: El Espectador (dizque pertenece al Grupo Valorem, clan Santo Domingo, y aún no lo creo, porque en la escuela de comunicación juraban que los grupos dominantes se apoderaban del Cuarto Poder para defender y reproducir sus intereses); Semana (que bajo la nueva administración ha tratado de nivelar el andamio con las columnas de Salud Hernández y Vicky Dávila, vehemente, hoy injustamente defenestrada y condenada judicialmente por su valiente periodismo de investigación, que debe prevalecer, en aras de la libertad de prensa); CM&, con un Yamid Amat -el hombre más importante del periodismo radial latinoamericano de finales del Siglo XX- que por efectos de la mermelada santista aún anda tan atragantado -cual niño con las golosinas del triki- que ya casi ni puede hablar y termina su ciclo periodístico de Petro - Lopista (antes Alfonso, ahora Claudia); la W, empalagada con el síndrome Yamid, que hasta forjó una nueva férula: “lo que diga Julito”, a la que metieron a la brava al buen Alberto Casas -otrora conservador preclaro- y en la que sigue militando la activista Camila Zuluaga, a quien exportaron a Blue Radio y a Noticias Caracol TV.
Post-it. Este martes 3 de noviembre se define la suerte del mundo, al cierre de las elecciones más importantes de la historia de USA. En caso de perder Trump -cosa que no creo- y habida cuenta del deterioro físico de Biden, mucho me temo que quien vaya a gobernar realmente sea Kamala Harris –versión norteamericana, con máscara y todo, de la activista parlamentaria Angela María Robledo, exvice de Petro- y no sé qué tan preparado esté este mundo embrujado para darse semejante lapo.