El medio ambiente y el conservatismo (I) | El Nuevo Siglo
Sábado, 31 de Octubre de 2020

Se avecina la convención programática del Partido Conservador, en ella habremos de demostrar el verdadero color del ambiente, habremos de programar, como siempre lo ha hecho el partido, el futuro ambiental de nuestro país.

El espíritu conservador nace del ideario del Libertador, Este amaba la naturaleza intensamente. El 19 de diciembre de 1825 promulga el siguiente Decreto: “Que en todos los puntos en que el terreno prometa hacer próspera una especie de planta mayor cualquiera, se emprenda una plantación a costa del Estado, hasta el número de un millón de árboles, prefiriendo los lugares donde haya más necesidad de ellos”.

Quizá hoy exista una gran dificultad en entender lo profundo y trascendental de que en el siglo XIX Bolívar se preocupara por el medio ambiente; sería mucho más sencillo si hoy observamos cómo los países del mundo entienden la necesidad de salvar el planeta de la deforestación. Sin la información científica de hoy, Bolívar se adelantó dos siglos a tratar de prevenir la catástrofe a la que hoy nos enfrentamos, con una deforestación de cerca de 150.000 hectáreas anuales en Colombia.

Bolívar ordenó: “Como gran parte del territorio carece de agua, que se visiten las vertientes de los ríos, se observe el curso de ellos, y se determinen los lugares por donde puedan conducirse las aguas a los terrenos que estén privados de ella”. Valga decir que aún hoy no está realizada la tarea y apenas se inicia parcialmente por cuenta de las autoridades ambientales.

Otros decretos del Libertador rezaban: “Cualquiera que extraiga de los bosques del Estado, quina, maderas preciosas y de construcción sin la debida licencia, o traspase los límites que se hayan fijado, incurrirá en una multa de veinte y cinco a cien pesos, aplicados a los fondos públicos; además pagará, a justa tasación de peritos, los objetos que haya extraído o deteriorado”; “Acabar con la esterilidad de los suelos y sembrar árboles en los cauces de los ríos para evitar que los mismos se sequen”…

Es notorio hoy, en un país en el que no existe una línea base confiable, reflexionar sobre cuál hubiera sido mejor nuestro camino si hubiéramos obedecido al Libertador. Él promulgó un paquete de leyes que contemplaban las aguas, los bosques, los suelos, la flora, la fauna, la minería, abarcando así los recursos naturales renovables y no renovables. Ordenó delimitar el patrimonio forestal de la República, pero hoy por hoy no existen esos inventarios confiables de los recursos de la nación.

Al prócer de la Patria le debemos, también, la nacionalización de los recursos naturales no renovables: el 1 de febrero de 1825 ordenó la creación de la Dirección de Minas en cada capital de la República y el 24 de octubre de 1829 decretó la propiedad del Estado en todas las minas, estableciendo que las riquezas del subsuelo no pertenecían a los particulares, sino a todos los ciudadanos. Según el siguiente decreto: “Conforme a las leyes, las minas de cualquier clase corresponden a la República, cuyo gobierno las concede en propiedad y posesión a los ciudadanos que las piden, bajo las condiciones expresadas en las leyes u ordenanzas de las minas, y con las demás que contiene este decreto”,

Pero Bolívar no fue el único conservador en desarrollar un ideario ambiental, tal y como lo veremos en la continuación de ésta columna.

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@alvaro080255

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