Desde hace varios años la ecología se ha comenzado a utilizar como herramienta política, pasando a convertirse en una teoría crítica utilizada, en muchos casos, a través de falacias para apoyar las teorías marxistas apoltronadas tras las teorías neokeynesianas que hoy promulga el senador Gustavo Petro.
Cada vez más se plantea la falsa disyuntiva entre desarrollo y conservación, pretendiendo trasladar al estado la potestad de limitar las libertades de los individuos con el fin de ejercer sus actividades, en lugar de establecer mecanismos de control que lo obliguen a realizar sus actividades en el marco de una economía circular eficiente, para llegar a conclusiones, discutibles y peligrosas como la que expone que “Todas las empresas son de alguna manera subsidiadas por la sociedad, en el sentido de que afectan el medio ambiente lo cual perjudica al globo de la población; por lo tanto, el Estado debe intervenir las actividades económicas” ¿Alguien les habrá dicho que el solo hecho de que una empresa sea manejada por el Estado no elimina la contaminación?
Ante el fracaso de estas teorías, el discurso marxista varió de pretender una producción superior a la del capitalismo a un discurso seudo ambientalista que le permita apropiarse de los medios de producción, con la peregrina teoría de que así se controla el consumo, con la consecuente disminución del impacto ecológico de la producción.
Si bien es cierto que existen peligros inminentes de que los problemas ambientales incontrolados pueden llevar la civilización a un punto de quiebre de sus posibilidades de supervivencia como especie, también es cierto que el declive de una economía de mercado podría llevar a la pobreza extrema de sociedades enteras, generando desabastecimiento y hambre. A manera de ejemplo podemos mirar el problema estructural de Venezuela al día de hoy. Por no mencionar el grave deterioro ambiental de China.
Pretender que las políticas de izquierda solucionen el problema ecológico es una garantía del fracaso a mediano plazo; la única solución posible es la concientización de la civilización, de manera que permita el esfuerzo conjunto para lograr llegar a metas reales y alcanzables. Entonces tenemos una sociedad amenazada por un colapso paralelo de los sistemas, económico, político y ecológico, lo cual nos ubica en un punto de no retorno. Este panorama nos dejaría inevitablemente en la recta final de una segura extinción.
Propuestas teóricamente fundamentadas con criterios ecológicos, tales como la producción de aguacates para reemplazar el petróleo, tienen peligrosos sesgos populistas y muy pocos fundamentos reales; se basan para ser aceptados en la absurda creencia de que todo tipo de material vegetal es bueno para la naturaleza. El problema de fondo no es si se hace una cosa o la otra, el problema es la manera como se hace. Ya lo decía Paracelso “El veneno es la dosis”. Lo único que queda es seguir tratando de que la población comprenda el fondo del problema ambiental y actúe en consecuencia, desideologizando los problemas ambientales. Total, el daño ambiental va a hacer el mismo a todos, sin distinción de ideologías.
@alvaro080255