En medio de una campaña electoral violenta en lo dialéctico, donde las dos trincheras cada vez están más extremas y beligerantes, los que todavía tienen dudas sobre sus próximos votos están en silencio, esperando -con calma- propuestas, explicaciones y planes de gobierno que se alejen de la caricatura y lo gritos. Pero ¿cuál es el mejor medio para llegarle a estos electores fantasma?
La respuesta es WhatsApp. Y la otra respuesta es la confianza. A veces olvidamos que WhatsApp no sólo es una aplicación de mensajería instantánea, sino también la red social más poderosa de todas. Más poderosa por la cantidad de usuarios que tiene y sobre todo porque tiene el valor de la confianza que existe entre sus usuarios.
Según cifras de la propia plataforma, la plataforma llegó a más de 100.000 millones de mensajes y a 15.000 millones de llamadas de voz y video por día a nivel global. Y, según cifras no oficiales, WhatsApp tiene más de 2.000 millones de usuarios activos, que realmente utilizan la plataforma. Estadísticas impresionantes en cuanto al alcance. Y es necesario sumar dos intangibles: la velocidad para difundir algo y la facilidad para llegar a miles de personas en cuestión de segundos.
Así que, si usted tiene una herramienta que todos utilizan, en la que se demora segundos para multiplicar el alcance de un mensaje y que -para colmo- es muy fácil y barata de gestionar: tienes un poderoso canal electoral. Quizá el más poderoso de todos. Pero el quid del asunto es ¿cómo gestionar esa arma para que realmente tenga el efecto deseado entre esos electores que todavía están definiendo su voto?
Los candidatos deben tener una estrategia clara, inteligente y ambiciosa en WhatsApp. No se trata simplemente de enviar un mensaje masivo a una base de datos gigante. Que lo hacen, pero no tiene mayor esfuerzo. Y es abiertamente invasivo y raya en lo delictivo. Se trata de llegar a los grupos de WhatsApp familiares. Se trata de llegar a los grupos de los equipos de fútbol. Se trata de que haya un mensaje tan emocionante como relevante para que los promotores no sean los extremistas, sino los moderados.
La viralidad en WhatsApp no se trata de enviar un mensaje a un grupo de difusión. La viralidad aquí es algo más complejo: se trata de crear una conversación positiva entre conocidos. Existen decenas de ejemplos de campañas políticas que utilizaron WhatsApp como principal herramienta de difusión. Pero creo que ninguna tuvo tanto éxito como la que logró el equipo de Obama en 2008 que no se quedó sólo en la difusión, sino que se concentró en la movilización, en famoso ‘call to action’: haga algo: vote.
Por supuesto, todo esto está en un escenario idílico. Todos sabemos que las campañas en vez de apostar por la movilización positiva se concentran en la difamación y la multiplicación de fake news y el peor de los casos en apenas llegan a campañas de spam que ahuyentan al elector. A ver, los que están en las trincheras ya tienen más que definido su voto. Ese no es un público objetivo. El tema sí o sí está en ese elector indeciso que les cree a sus amigos y le cree a lo que se discute en grupos de WhatsApp.