El problema de juzgar | El Nuevo Siglo
Viernes, 14 de Abril de 2023

Los seres humanos por lo general emitimos juicios desde lo que consideramos la Verdad, con mayúscula. Pero esta no es otra cosa que nuestra verdad, que por demás puede estar desconectada del Amor.

Juzgar no es lo mismo que tener juicio o criterios sensatos, una consciencia mayor que nos permita una comprensión más amplia sobre el mundo y la vida. La consciencia siempre está presente, aunque vayamos en niveles estadios.  En los primeros seis niveles de consciencia, de acuerdo con el modelo de la Espiral Dinámica de Beck y Cowan, los juicios están a la orden del día: en el nivel instintivo de supervivencia, el juicio se traduce en resentimiento hacia quien arrebata lo necesario para suplir sus necesidades básicas. En el nivel animista de la tribu y la magia, el juicio se encauza hacia quienes tienen ritos que parecen amenazantes. En el nivel impulsivo de la fuerza, el juicio va hacia quien es débil o enemigo.

En el nivel de las reglas establecidas por desde la verdad absoluta, el juicio es moral y se castiga a quien “peca”.  En el nivel materialista del logro, el juicio se da desde la ética, que condena a quien piensa, siente y actúa de manera diferente a la “funcional”.  En el nivel comunitario, el juicio se dirige hacia todo aquello que va contra la armonía, desde una “superioridad ecológica”. Hasta aquí resulta bastante difícil no juzgar o ser juzgado. 

Es la lógica que se reproduce en las noticias, las novelas, los concursos, la telerrealidad, desde supuestos poderes otorgados por falsas superioridades nutridas por los egos.  Nos podemos comportar como adalides de la verdad, auto-adjudicándonos el derecho de juzgar, discriminar, condenar y excluir, pues los yerros deben castigarse, desde los imperceptibles hasta los “imperdonables”. En esa lógica vivimos la mayor parte del tiempo, hasta que podemos reconocer que no hay aprendizajes sin fallas y que todos nos equivocamos.  Somos compañeros del prekínder de la existencia.

Es muy fácil lanzar el dedo acusador. No se trata de pasar por alto las faltas: de lo que se trata, creo yo, es de reconocer las equivocaciones propias y ajenas como parte del proceso evolutivo de esta humanidad, aún precaria. Y enmendar. Esto solo se consigue desde un nivel de consciencia integrativo, en el cual podemos reconocer que, si de errores se trata, podemos caer todos en cualquier momento, por más que justifiquemos nuestra supuesta superioridad desde la ecología, el éxito, la moral, la guerra, la magia o el instinto. 

Activemos la comprensión y el amor compasivo, para que juntos aprendamos de las pifias. Todos estamos aprendiendo en este plano tan precario de consciencia.  Quien esté libre de error, que lance la primera piedra…

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