En magistrales charlas y conferencias, el estadista Álvaro Gómez Hurtado señalaba en los últimos años de su lucha por el poder, los peligros que minaban la democracia colombiana, después de haber defendido a lo largo de su larga carrera política las ideas conservadoras de democracia y desarrollo, para elevar el nivel de vida de los colombianos. Por entonces, sus contrarios de todas las tendencias criticaban su voluntad de sacar al país del atraso en el que languidecía. Nada parecía detenerlo en su pretensión de llegar al poder y transformar a Colombia. Su propuesta de canalizar las energías nacionales al desarrollo provocaba la crítica de la izquierda retardataria afincada en el viejo esquema decimonónico de Carlos Marx, como el rechazo de los sectores políticos tradicionales que entendían el poder como el ordeño de la vaca estatal.
En su enfoque sobre el atraso y el poder señalaba que lo que más perjudicaba a Colombia en la lucha por elevar el nivel de la política nacional era la falta de compromiso con las propuestas que nos podían sacar del túnel de las componendas de los politicastros menores de todos los partidos. Cómo era posible, se preguntaba, que el Canal del Atrato aprobado por el Libertador a principios del siglo XIX, desfinanciado por la administración Santander, aún no se hubiese hecho, ni atendido la propuesta del general Charles De Gaulle, de apoyarnos en la financiación y en su construcción. Esto en cuanto a emprender obras decisivas para dominar el medio geográfico e impulsar el desarrollo y el bienestar colectivo. Y su política consistía en denunciar el Régimen podrido, para derribarlo y con la combinación del esfuerzo estatal y privado conseguir las metas de desarrollo vitales para Colombia, un país con elevados índices de natalidad, limitado por una infraestructura de comunicaciones deficiente y, para colmo de males, casi sin vías férreas. Así no podíamos avanzar, en tanto se creaban las repúblicas independientes en las zonas más aisladas del país.
Gómez denunciaba la falta de un propósito nacional entre los que nos gobiernan, que veían el poder como un botín, no como la palanca para desarrollar el país y mejorar las condiciones de vida de los colombianos. Y sobre la clase política decía: “Hoy no vemos un propósito grande entre los que gobiernan, legislan o buscan el respaldo de la opinión. Lo que se quiere alcanzar, en cambio, es la complicidad. Se pretende tener a la gente comprometida por interés. La consideración del provecho individual se impone sobre el interés público. Los propósitos colectivos se vuelven singulares, porque así es como se producen beneficios. Cada actuación del Estado puede ser una oportunidad de enriquecimiento. El conjunto de esos aprovechamientos, generalmente ilícitos, crea un sistema de connivencias y cubrimientos que se convierte en el factor dominante de toda la vida pública. Es así como se engendra lo que se suele llamar el ‘establecimiento’ o lo que yo llamo el Régimen”.
Además, señalaba que esa forma impúdica de disponer del poder se fundaba en la complicidad. “Los regímenes logran los anhelos de la opinión pública, sin complacerlos, porque los desprecian, la miden, la cuantifican para conocer su precio. Su intención es encontrar la manera de sobornarla”.
Y destacaba cómo el Régimen, que suele esconderse en la clandestinidad, intenta destruir los elementos de convicción que suelen defender quienes están por una política limpia como la que él representaba en la vida nacional. Hoy las cosas parecen cambiar, ese Régimen amorfo da la cara y vemos elementos de todos los partidos envueltos en escándalos de corrupción con el actual gobernó, que, también, se muestran desafiantes y público, dispuestos a cambiar las instituciones a su acomodo y repartirse el botín oficial. No es de sorprender que el exgobernante Ernesto Samper ahora muestre su complacencia y entre abiertamente a colaborar con Cristo. Es el Régimen en toda su desfachatez, como la de otros liberales y conservadores que han estado ordeñando la vaca en asocio de este gobierno.
Por supuesto, el Régimen facilita a las cosas a los subversivos, como a todos los que están contra el sistema, dado que se mueve en el caos. Son contrarios a unas Fuerzas Armadas respetables y eficaces, prefieren rebajarles el presupuesto y dejarlos sin fuero militar. Cuando el Régimen se desenmascara viene el saqueo sistemático del tesoro público y el intento de perpetuarse en el poder, como pretende, mediante una Asamblea Constitucional de corruptos, aventuraros, subversivos y politiqueros de todos los partidos.