He adquirido la cuarta reimpresión a la primera edición del libro “Memorias de un pesimista” del exministro Alberto Casas Santamaría, basado en sus vivencias, en nuestra historia colombiana entre el sí y el no y en su visión autobiográfica como protagonista de la política, la diplomacia, la administración pública y el periodismo.
El prologuista, Roberto Pombo, señala que el pesimismo es un símbolo de los buenos hombres, ya que Casas es testigo de lujo de nuestra historia, con especial énfasis en la decisiva influencia que tuvo en su vida el doctor Álvaro Gómez Hurtado y, la huella que en él le dejaron los Casas, más que los Sanz de Santamaría, a quienes conoció socialmente, más que familiarmente.
El libro es también una reivindicación de Laureano Gómez, estigmatizado por la historia y reivindicado en esta obra con una cita de Klim, Lucas Caballero, quien reconoce que los escritores liberales siempre vieron a Laureano como “el compañero ideal de Satanás para jugar tute en el infierno”.
Siendo un reflejo autobiográfico, Casas Santamaría no podía dejar por fuera a don Vicente Casas, su padre, símbolo de la lealtad laureanista, “por haber acompañado el 17 de junio de 1953, al presidente depuesto en el momento de su destierro, bajo el paraguas que lo protegía de la lluvia en el aeropuerto de Techo. Se le conoce como “El señor del paraguas”, por otros llamado como “el jesuita de frac”, por su asiduidad a misa en San Ignacio, famoso, entre otras por este razonamiento: “Contra soberbia, bus” y, esta: “a las únicas cosas que Nuestro Señor les había sacado el cuerpo eran la vejez y la muerte de la mamá”.
Llama la atención el calificativo de “concilio católico con obispos protestantes”, para la Asamblea Nacional Constitucional de 1953, descrita por Antonio Álvarez Restrepo como un lugar donde “se aprobaron unos actos que carecían de fundamento legal y cuyas bases eran falsas”.
El Director de “El Nuevo Siglo”, Juan Gabriel Uribe, calificado por Casas como “conservador de autoridad indiscutible”, así como Arturo Abella, Arturo Alape, Antonio Cacua, Antonio Álvarez Restrepo, Alberto Dangond Uribe, Antonio Álvarez Restrepo, Ángel Cuervo, Daniel Ortega Ricaurte, Julio Ortiz Márquez, Abelardo Forero Benavides, Indalecio Liévano Aguirre, José de la Vega, Héctor Ocampo Marín, Álvaro Gómez Hurtado, Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna, Andrei Gómez-Suárez; Joaquín Estrada Monsalve, James Henderson, Carlos Martínez Silva, Alfredo Vásquez Carrizosa, Lucas Caballero Calderón, Enrique Caballero Escobar y otros pocos más, junto a los míticos Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, son el elenco de bibliografía consultada.
Destaco también, las casi siete páginas que le dedica a don Antonio Nariño, recordándonos que: “El Precursor es la Patria y el Libertador, la Independencia”.
Aparte del “carterazo” que le ofreció doña Bertha de Ospina, cuando fue secretario del Partido Conservador, un episodio se le quedó por narrar: Su vida como publicista, porque como decía Laureano Gómez, ampliamente citado en el libro: “A la gente hay que saberle sus historias”…