Definitivamente la mayor preocupación de las autoridades, y claro está de nuestros ciudadanos del común, es la seguridad; tanto los unos como los otros se desviven buscando fórmulas y estrategias que les permitan enfrentar todo tipo de amenazas, direccionadas por la delincuencia contra el pueblo. Es una lucha permanente e inveterada, pues los antisociales no cejan en su intento de timar y escamotear a todo habitante que les dé oportunidad, no obstante que todo gobernante permanentemente alerte y prevenga al conglomerado para evitar que caigan cándidamente en manos de estos delincuentes.
La gama delictiva es amplia y la situación económica maximiza el problema porque muchas gentes de bien, ante la pandemia, buscan salidas financieras y en su afán facilitan, el accionar de malandrines. Invito a examinar el contexto y mirar la escala delictiva en la capital, donde el hurto a celulares se convirtió en una verdadera amenaza para la colectividad. Mucho han luchado los gobernantes para evitar este azote, y en determinado momento descendió su protagonismo, sin lograr anularlo, pues cada tiempo renace por infinidad de motivos, como la falta de compromiso ciudadano, el mercado negro de partes y equipos de contrabando muy difíciles de identificar. El despojo de bicicletas ocurre permanentemente y las autoridades tienen la ubicación de los sectores con mayor incidencia; hoy se toman medidas como la marcación de las máquinas para hacer un seguimiento más efectivo a los receptadores. El robo de vehículos no ha desaparecido y figura en determinados momentos, la mayoría de casos se dan por encargos y lo manejan bandas organizadas en su maquillaje; el escamoteo a residencia, que nunca se ha borrado del panorama, es imposible de ejecutar sin la desidia e irresponsabilidad de residentes que poco toman en cuenta las recomendaciones de la fuerza pública.
Por último hablemos de homicidios y lesiones personales donde la intolerancia y presencia de diferentes armas conducen a la agresión, claro que acompañadas por la ingesta de licor y otros insumos que alteran las buenas relaciones y cordialidad; en cuanto a muertes, imposible no hablar del enfrentamiento de bandas y el cobro de cuentas, actividades que ensombrecen el panorama.
Con esta breve y sucinta exploración, podemos entender que las autoridades por más comprometidas que se muestren, sin el auxilio, vinculo y asistencia de la comunidad nunca lograrán abatir estos modelos delincuenciales. Son los ciudadanos quienes tienen la información, urge que las autoridades tiendan puentes flexibles que los acerquen al conglomerado para diseñar estrategias y programas dirigidos a conocer, controlar y extirpar estas organizaciones o células, que aterrorizan y esquilman la sociedad. Facilitar la recolección de información, escuchar las colectividades y asegurar la identidad de los confidentes son el camino del éxito en esta lucha por el bien y seguridad de la sociedad.