El paso del huracán Iota, por nuestro archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, ha sido devastador. Este tifón de categoría cinco, que nunca se había visto en el territorio colombiano, viene a ahondar los males que ya había materializado la pandemia. El nuevo fenómeno destructivo, guardando las proporciones, a la manera de la sentencia de la Corte Internacional de la Haya sobre la plataforma continental y el mar territorial, cada uno con su potencial demoledor, realizan su propio daño; la sentencia humilló y envileció al alma de los isleños y ahora el huracán arrasa con la infraestructura de las islas y con su patrimonio.
El ciclón Iota afectó al archipiélago y los coletazos de sus lluvias también se sintieron en Atlántico, Bolívar y otros departamentos del Caribe colombiano. Además, la alerta por las lluvias se extiende a otras regiones del país como Antioquia y Bogotá, causando graves deslizamientos de tierra y desbordamiento de ríos y quebradas; la situación en Dabeiba es preocupante, varios muertos y desaparecidos; el fenómeno de “la niña” se ensaña por todo el territorio nacional.
Al actual Gobierno le ha tocado lidiar con todos los males. Primero la pandemia, de la cual no salimos y que ha comprometido innumerables recursos nacionales; y ahora un nuevo desastre, el cual hay que atender y de manera inmediata para socorrer a nuestros compatriotas afectados por la inclemencia del temporal. La temporada de huracanes termina el 30 de noviembre, aún podrían presentarse nuevas situaciones de emergencia, con altas probabilidades de que así suceda. El Presidente lidera la respuesta del Gobierno Nacional a la situación de desastre tras el paso del huracán desde el Puesto de Mando Unificado ubicado en Cartagena.
Se estima que en Providencia el 98 % de la infraestructura estaría gravemente afectada; el hospital perdió su techo y los equipos se destruyeron; se tiene información de un fallecido, pero aún no se conoce un balance exacto de la situación debido a los problemas de comunicación y a los fuertes vientos que obstaculizan el acceso a la zona, tanto por vía aérea como marítima.
Se pretende despejar el aeropuerto El Embrujo de la isla de Providencia lo antes posible para poder llegar con el material de apoyo humanitario y poder prestar atención a la población afectada. La Armada nacional también se ocupa del traslado de miles de toneladas de ayuda en coordinación con la Cruz Roja.
No obstante, la emergencia requiere del apoyo y respaldo de todos los colombianos; del sector público y privado y es necesario activar todos los mecanismos de solidaridad y cooperación.
Los desastres que estamos viviendo deben activar un trabajo colectivo nacional; unir a todas las personas tan polarizadas por la actividad política y despertar nuestra solidaridad como seres humanos habitantes de la misma nación. Tanto desastre y tanta muerte hace pensar en el valor de la vida; la ciudadanía y la sociedad tienen que emerger más solidarias y más compasivas ante esta nueva crisis.