La creencia sobre la reencarnación siempre ha estado presente en la mayoría de las religiones orientales: hinduismo, budismo, jainismo, taoísmo.
Consiste esta filosofía en que el (espíritu o alma), esencia individual de cada persona, comienza una nueva vida en otro cuerpo después de la muerte biológica, lo que le permitirá alcanzar una ascensión de su estado de conciencia, mediante las experiencias vividas.
La historia registra personajes siniestros, que no quisiéramos ver en otros cuerpos causando mayores males en el mundo.
Recordando el incendio de Roma que arrasó gran parte de la ciudad, nos lleva a la figura de Nerón que, según la historiografía cristiana, puede entenderse como la raíz de la primera persecución a los cristianos.
En las ruinas liberadas por las llamas, Nerón hizo construir uno de los símbolos de su megalomanía, a saber, la Domus Aurea, palacio de proporciones desmedidas y de gran lujo que ocupó buena parte del centro de la ciudad.
Esta mentalidad asesina de Nerón, podríamos verla reencarnada en las personalidades de algunos de los dirigentes que hoy dominan el poder político nacional e internacional.
Veamos a Vladimir Putin, que a un año de iniciada la guerra, deja al menos 42.300 muertos y 13 millones de desplazados víctimas de sus propósitos ‘demoniacos’, su sed de sangre lo ha llevado a incendiar, disparar indiscriminadamente, destruyendo edificios, apartamentos, fuentes de energía, hospitales, colegios y guarniciones militares. El dolor, los heridos y muertos, abundan en todos los territorios.
Divagando una vez más nuestra imaginación, podríamos encontrar el espíritu de Nerón en el cuerpo del presidente Gustavo Petro, cuya personalidad se caracteriza por su espíritu egocéntrico, narcisista y autoritario.
Al ser derrotado en el 2018, Petro invito al pueblo a salir a las calles. Entonces se incendian varios Centros de Acción Inmediata, conocidos como los CAI, mueren policías y jóvenes inocentes, destruyen estaciones de Transmilenio, todo por la frustración de no haber llegado a la presidencia.
Ya como Presidente, desde el balcón del palacio de Nariño nuevamente polariza al pueblo, una vez más su espíritu guerrillero incita a la violencia.
Igualmente nos gustaría imaginar ¿en qué cuerpos ajenos se encuentran el espíritu de Abel y de Caín?
La diferencia entre Caín y Abel se basa en la tensión entre el que necesita proteger su tierra y el que busca nuevos pastos, la envidia de Caín es inevitable, que se deja llevar por los celos, su rivalidad se convierte en fratricidio.
Quizás encontremos los espíritus de Caín y Abel reencarnados en los cuerpos del premio Nobel de Paz, Juan Manuel Santos y de su rival Álvaro Uribe.
Santos con sus celos y ambición de poder, se ha convertido en el ‘gran traidor’ ya que después de ser su aliado en la presidencia como ministro de Defensa, esquiva su responsabilidad en los falsos positivos y a toda costa quiere eliminarlo del mundo político.
Quisiéramos igualmente localizar los espíritus de Juana I de Castilla, apodada “La Loca”, y de Cleopatra, para identificar los cuerpos ajenos donde se encuentran reencarnadas en este siglo XXI.