Durante el pasado enero fueron tantas las veces que oímos la noticia de que alguien cercano había muerto, que los días se fueron convirtiendo en una amenaza portadora de desconsuelo.
La muerte del ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, quien si duda hubiera llegado a la presidencia, privó a Colombia de tener un presidente con una preparación, temple y carácter inigualables.
Heredó de su padre, importante líder liberal del Valle de Cauca, la vena política. Se destacó desde joven en múltiples cargos ejecutivos, legislativos y diplomáticos, de todos los niveles nacionales e internacionales. Fue Constituyente en 1991, ministro en cuatro carteras, y diplomático en todos los continentes menos África y Oceanía.
Dejó su partido liberal para unirse al Centro Democrático y a los propósitos de Seguridad Ciudadana, impulsados por Álvaro Uribe Vélez. Con inmensa gallardía y diciplina partidista concedió a otros el derecho a ser candidato del Partido. Esa gallardía y decencia caracterizó todos sus actos públicos y privados.
Sin quitar importancia a otros hombres y mujeres del Centro Democrático, cada día había más consenso sobre el nombre de Holmes Trujillo como el indicado para la candidatura del 2012.
Su experiencia y gentileza, su excepcional capacidad para dirigir, y la manera como comprendía y solucionaba los problemas, lo hacían un candidato triunfador. Además, sus conocimientos y las relaciones cementadas durante sus años como diplomático le habrían permitido abrir puertas a Colombia, invaluables en el área internacional.
Contaba con una arma secreta, conocida por todos; el apoyo de una mujer muy especial a su lado, su esposa, Alba Lucia Anaya, y de una familia que lo adoraba. Su muerte ha sido una dolorosa pérdida para Colombia.
A nivel empresarial, Colombia perdió, este enero, a Arturo Blanco Ordóñez, un hombre emprendedor que nunca dejó de crear empresas y puestos de trabajo para los colombianos. Promovió desde las cosas más sencillas, inclusive artesanías, hasta la explotación de una de las grandes riquezas de nuestro subsuelo, el carbón.
Ningún proyecto le quedaba grande a este santandereano. Donde pocos se atrevían a invertir, proponer, crear o explorar, él, con gran visión y certeza, lo hacía. Fue fundador, entre otras industrias, de Prodeco y Puerto Brisa, único puerto privado de Colombia. Se caracterizó por velar por sus trabajadores, empoderándolos con mejor entrenamiento y educación.
Aprendí mucho de su amistad y lo vi ser bondadoso como pocos. Un colombiano totalmente enamorado de su patria. Su familia, su gran amor, los empleados de sus industrias y sus amigos, sentiremos grandemente su ausencia.
Marcela Monroy, quien siguiendo los pasos de su padre, Don Carlos Monroy, se destacó como abogada. Fue promotora de la Séptima Papeleta que llevó a la creación de la Asamblea Constituyente de 1991. En la Universidad del Rosario fue la más joven Decana de Jurisprudencia; fue ternada para la Procuraduría Nacional, candidata a la Corte Constitucional y miembro de las más importantes juntas directivas del país además se destacó como gran promotora de los jóvenes. Su padre, miembro fundador y Presidente de la Academia de Historia de Bogotá, amablemente me invitó a formar parte de esa importante Academia. Acompañamos en su tristeza a su madre, Carmencita y a sus hijos.
El covid-19 se ha llevado a miles, todos nos duelen. Por ellos, un minuto de silencio.