Entre caminantes y vándalos | El Nuevo Siglo
Martes, 4 de Mayo de 2021

Partamos del concepto que la protesta social pacifica, hoy por hoy es legítima y encuadrada en un marco legal; estas expresiones democráticas deben ser preservadas por las administraciones, orientadas, acompañadas y controladas con autoridad, donde la fuerza pública tiene la misión de escoltar, proteger y prevenir cualquier asomo de alteración o ataque contra el evento, sus organizadores o marchantes.

Para claridad y transparencia esta actividad debe estar acompañada por la policía comunitaria, especialidad del servicio destinada al control y observación del orden ciudadano, con equipo especial y medios acordes al tipo y características del servicio, provistos únicamente del bastón de mando, símbolo de autoridad policial. Pero ante cualquier asomo de saboteo, infiltración, invasión o ataque al orden y libre desarrollo de la protesta, este grupo policial desaparecerá, dando paso a una fuerza de choque con la capacidad, equipo y preparación para hacer frente al ataque o amenaza. No puede pretender la ciudadanía, las autoridades administrativas, los medios de comunicación y la sociedad en general,  que los comunitarios enfrente sin recursos las agresiones y ataques venidos de grupos organizados que cumplen consignas y mandatos preestablecidos, acordados con fines protervos contra el mobiliario ciudadano, el comercio, la banca, la ciudadanía de bien que desprevenidamente circula por los sectores afectados y aun los mismo marchantes, incluyendo miembros de la fuerza pública.

La actuación decidida, franca y profesional de la fuerza pública debe estar respalda por la justicia en toda su majestad, adecuada por la ley a las circunstancias, pues es demasiado complicado efectuar capturas con los protocolos establecidos, en un ambiente de violencia y agresión sin medida ni control, venida de estos grupos que identifico como colectivos al servicio de oscuras organizaciones. No pretendemos remover las acusas de la protesta, solo concentrarnos en la magnitud de las consecuencia, la irresponsabilidad de los colectivos y los esfuerzos de la policía.  Es más, la escena es tan complicada que muchos jóvenes estudiantes presentes en una marcha, al momento de los ataques se contagian por el fragor y obedecen directrices de saboteadores o agitadores profesionales que los inducen al motín para terminar, por falta de experiencia, en estas lides, lesionados, capturados o inmerso en graves delitos. No podemos permitir que esta situación se repita: o nos unimos respaldando la fuerza pública o terminamos en un caos social impensable. Nada de lo sucedido es de generación espontánea, todo está planeado, calculado y financiado.

Permítanos rendir a la familia del Señor Capitán Jesús Alberto Solano Beltrán nuestra sentida manifestación de dolor, por la partida de quien fuera modelo de padre, esposo, hijo, hermano y policía. La institución le guarde un lugar privilegiado en la galería de héroes y nosotros un lugar en nuestro corazón, rogando al Señor lo acoja en su regazo.