De enorme gravedad me parece el fenómeno de los refugiados asiáticos y africanos que, desesperadamente, contra viento y marea, aún a costa de perecer en el intento recorriendo medio mundo, llegando a Brasil, pasando por Perú, Ecuador y Colombia, quieren alcanzar el “sueño americano”. Y algo similar ocurre con los centro y suramericanos, más vecinos, pero igualmente expuestos. Las crónicas de este moderno Éxodo son estremecedoras, típicamente bíblicas: deben luchar contra la naturaleza, surcando mares, ríos, selvas, desiertos y montañas (ámbitos furiosos) y contra el poderoso y temible “Cartel de los Coyotes” que se aprovecha de su situación de debilidad extrema para esquilmarlos, sin garantizarles llegar a su meta final, USA.
Y cada vez que pienso en ello le doy más razón al políticamente incorrecto Donald Trump, a quien tildaban de bárbaro e inhumano por pretender construir un muro para que no entraran en masa los pobres desposeídos del vecindario -léase nicaragüenses, cubanos, hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, venezolanos y, para acabar de pintar el panorama, haitianos, que por montones brotan de las entrañas de un país miserable e inviable-, y los pobres de allende las fronteras y los mares, emigrantes de los bien enredados países como Pakistán, Nepal, Bangladesh, Sri Lanka, Siria, Afganistán... De no existir controles extremos ¿se imaginan ustedes una caravana desesperada de unos 200 millones de desplazados -casi duplicando la población estadounidense- entrando a tomar posesión de esa nación por la sola fuerza del hambre? (“Apocalipsis Now”, quizás “Walking Dead XII”).
El “Paraíso Travel” ha evolucionado en el tiempo. Antes, los soñadores se iban legalmente como turistas -si podían- o, generalmente, por “el hueco”, so pretexto de mejorar su calidad de vida por vía de mayores ingresos en “verdes” y muchos compatriotas lo lograban, por buenos trabajadores, guerreros todo terreno que salían a flote. Pero no era obligatorio, como hoy, cuando la gente huye de su país antes de que los mate el hambre o los asesinen los gobernantes de turno en aquellas dictaduras rampantes como Cuba, Venezuela y Nicaragua, para no ir muy lejos. Pero no por ello el país norteamericano tiene que pagar los platos rotos.
La comunidad internacional del primer mundo debe ponerse las pilas para combatir la pobreza extrema y “adoptar” países pobres para que sus ciudadanos no tengan que huir pero, antes, los Cascos Azules de la ONU -si es que todavía existen- tiene que hacer lo suyo, en defecto del “Policía del Mundo” (USA) que se quedó aletargado, como esperando la jubilación: erradicar las tiranías, para que la gente pueda empezar a respirar, prerrequisito para comer. Y si ello no fuere posible -soñar no cuesta nada- entonces que venga el señor Tapia (“Salta -Tapias”, como lo llamó un caricaturista de este diario), se robe lo que pueda en los centros poblados y despoblados del orbe y acabe con todo, menos con el muro.
Post-it. Repunta en las intenciones de voto y en nuestros grupos de chat la senadora María Fernanda Cabal, estructurada e inteligente, quien se ha preparado, moderado el tono y podría ser una excelente vice para Rafael Nieto, quien debe estar tanteando el ruedo. El centro ya no es opción.