El país viene soportando una tensión bien preocupante, generada por la incertidumbre que crean las distancias tan considerables entre los extremos de izquierda y derecha en medio de la campaña electoral, indisposiciones entre candidatos, las encuestas, los debates y todo potenciado por el estallido social que debimos sufrir y que sorprendió al país, las autoridades y la fuerza pública.
Las jornadas de protesta fueron agresivas y provocadoras, la fuerza pública y en especial la Policía Nacional debió aportar un alto grado de sacrificio y víctimas; el mobiliario ciudadano convertido en blanco de ataques y destrucción, como lo fueron los medios de transporte urbano en las diferentes ciudades. Todo ello en detrimento del ciudadano de a pie, quien debe sufrir las consecuencias de un desorden proyectado y disfrazado de protesta social.
Por fortuna la Policía desarrolló una estrategia de control y templanza frente a las provocaciones, evitando el enfrentamiento que nos habría conducido a un estado calamitoso, complejo preámbulo para una futura campaña política por la presidencia de la República. En fin, aquí estamos y es nuestra obligación demostrar la capacidad del colombiano para defender el orden social y la democracia.
Pero la verdad es que esas jornadas de protesta nos dejaron algunas lecciones, pues si en el momento del desorden no fue posible conciliar un diálogo, hoy pasados los días es saludable tratar de tender puentes que nos permitan aterrizar diferentes puntos de vista enfrentados, pero no irreconciliables ni innegociables. En Cali algo se ha logrado y las cosas van por buen camino, con el compromiso de la clase dirigente y los empresarios en general. Sería saludable que las diferentes autoridades aprovecharan este espacio de solaz, para una reconciliación pronta y estable. No podemos dejar en manos de grupos experimentados en subvertir el orden, la posibilidad de alterar la paz, porque la idea es lograr unas elecciones en concordia y armonía, acatando con buen talante las decisiones del elector.
Si logramos que los facilitadores de cada administración municipal y la fuerza pública tengan un acercamiento y diálogo franco con los líderes de las protestas, que son jóvenes con ideas y capacidad de comprensión, de seguro podemos llegar a unos acuerdos donde estos muchachos tengan representación y futuro, ellos entienden que no se trata de recibir sin generar. El argumento es reconocerles un protagonismo hacia el futuro de las ciudades y sus sectores de convivencia porque no podemos aceptar que identifiquen a los miembros del ejército y policía como sus enemigos, por ser una estrategia inveterada de los movimientos subversivos, donde adoctrinan los incorporados creándoles un enemigo artificioso, que es el Estado y sus representantes en la fuerza pública. Es así como les incuban la necesidad de un enemigo contra quien arremeter. No podemos permitir otro estallido descontrolado.