Durante este debate por el Sí y el No, se conjugan intereses, vanidades, orgullos y arrogancias que generan una lucha con ribetes que bordean la procacidad.
Desde hace cuatro años, cuando se vislumbró la posibilidad de iniciar unas conversaciones de paz, llovieron rayos y centellas que, incluso, golpearon inmisericordemente a Enrique Santos Calderón, a quien el Presidente le encomendó las primeras gestiones. El uribismo no perdona que haya alguien que lo eclipse y supere, para bien o para mal. Desde ese entonces el Gobierno invitó a Uribe a participar en el proceso. Rotundamente se negó, y con sus acostumbradas mentiras, combatió cualquier negociación que nos llevara a eliminar un conflicto de más de medio siglo.
Día a día, los ideólogos uribistas se convirtieron en voceros de terratenientes, militares retirados y demás grupos poblacionales, que seguramente tendrán que devolver o perder lo que no haya sido correctamente adquirido, porque lo bien habido, no tendrá problema.
Han sido cuatro años de lucha para lograr esta paz que, desde luego, no satisface a los tradicionales contradictores. No les gusta que los guerrilleros confiesen y purguen sus penas en unas colonias productivas, pero defienden a sus partidarios en lujosas casas por cárcel, o fugados del país. No quieren que excombatientes lleguen al Parlamento o a cargos de elección popular, pero tienen guerrilleros en el Senado, y llevaron paramilitares a hablar en el Congreso. Ven impunidad en nuestra paz, pero defienden la impunidad de ellos.
Cada acuerdo que atacan, lo ofrecieron durante esos cansados y tediosos ocho años. Desconocen el punto relativo a la entrega de armas, compromiso que será monitoreado por las Naciones Unidas. Serán armas reales, no las pistolas y fusiles de madera que entregaron los paramilitares durante el gobierno Uribe.
Con su “todo vale”, han querido torpedear el respaldo universal que se ha dado a nuestra paz, pidiendo la inasistencia de los líderes del mundo y de los que la están elogiando en la Asamblea de la ONU.
En esa actitud hay insensatez, envidia y mentira. No se resiste la inatajable proyección que toman las negociaciones y sus actores. Mientras el Papa Francisco ha dicho que el mundo tiene sed de paz, ellos quieren guerra, más víctimas y horrores de parte y parte.
BLANCO: La ovación de las Naciones Unidas a la Paz de Colombia y a su Presidente.
NEGRO: Presos de casa por cárcel invaden a Cartagena.
gabrielortiz10@hotmail.com