ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Febrero de 2012

Petro y el efecto Pigmalión (Acto II)

Decíamos la semana pasada que Petro acierta en su propósito de hacer de Bogotá una Ciudad Inteligente, con óptimas infraestructuras para que nuestra capital sea una metrópoli mega-conectada, y por ello la importancia de masificar un verdadero acceso a Internet de banda ancha, que permita edificar sobre esta base soluciones de tele educación, tele salud, gobierno electrónico, que generen inclusión social y transparencia, además de una cultura de manejo de información y unas destrezas que son hoy día necesarias para una Bogotá cuya economía compite en un mundo digital globalizado. Y sobre todo lo anterior, el desarrollo de una real cultura digital que es la que generará la operatividad para avanzar hacia una visión de Ciudad Inteligente con una fuerte economía digital.
Estas necesidades no se resuelven con un simple holding, y requieren una visión transversal profunda y un análisis que genere insumos fundamentales para ajustar las cartas de navegación que requiere la transformación de la ciudad. Desde la forma de inclusión misma de la infraestructura en el POT, las políticas de masificación del tele trabajo con sus ventajas en calidad de vida de los hogares y tiempo para desarrollar la cultura de amor desde la familia que predica el alcalde, amén de la mejora en movilidad y medio ambiente que esto genera; hasta las inversiones inteligentes en educación masiva a través de medios virtuales, pasan necesariamente por ese diseño transversal de ciudad.
Esperemos que en este tema ahí si el alcalde no se quede corto, pues Bogotá debe salir de la trampa del eterno debate de si Metro o Transmilenio, o de si carro o servicio público, o de si se densifica o se extiende y crea una región continua con la Sabana, materias muy importantes pero no únicas, pues lo que está en juego es la competitividad de una ciudad en una economía que depende cada vez más del conocimiento.
Y esto nos devuelve al Efecto Pigmalión del que hablábamos la semana pasada. La leyenda nos cuenta cómo nuestro escultor griego hizo de su estatua su amada y su amante, gracias a la fe que le inspiró su fervor y cómo los sociólogos hablan de las ventajas de lograr objetivos sociales, educativos y laborales, creando mística y aumentando la autoestima de los liderados. Y es aquí donde nos preocupa Petro y el efecto negativo Pigmalión. A él lo hemos apoyando por su coherencia y transparencia, pero tememos que con sus críticas y sus bandazos en materias importantes para la capital, pueda erosionar la autoestima de la ciudad y con ello la confianza de los bogotanos. Él debe comprender que ya no está en campaña y que ahora toca es formular soluciones y terminar las obras inconclusas. No puede pasarse su cuatrienio de debate en debate.
Su necia oposición a la ALO, por ejemplo, nos recuerda los tiempos de la Alcaldía de Aníbal Fernández de Soto, en el gobierno nacional de Pastrana, papá, cuando el Cofrade y los concejales liberales, así como Daniel Samper, se opusieron terca y cerrilmente a la construcción de la Avenida de los Cerros porque dizque sólo beneficiaba a los ricos. Todo estaba listo y financiado para hacerla y no se pudo. ¡Cuanto perdió la capital por semejante estolidez!