Se cumplió un mes de las movilizaciones sociales en Colombia y no parece existir una salida pronta a la crisis. La desesperanza empieza a apoderarse de muchos en el país al no ver una solución en el corto o mediano plazos. Los ánimos están crispados, incluso en los entornos más personales en donde innumerables diálogos con amigos y familiares terminan en disgustos por estar en orillas opuestas ¿Cuál es la solución? ¿Cuál la salida? Son interrogantes que tenemos todos en la cabeza, algunos con una respuesta establecida y otros, como yo, lamentablemente sin ella.
En una de varias conversaciones sobre la realidad nacional me topé con un gran amigo a quien admiro y quien me planteó que la única solución es una renuncia voluntaria del presidente Duque.
Ante semejante afirmación mi reacción inmediata fue decirle: ¿Cómo se te ocurre? ¿Crees que deberíamos entrar en dinámicas de inestabilidad política como las que han experimentado Ecuador y Perú? Sin titubear me respondió: Sí, es un instrumento que tienen las democracias cuando el gobierno falla. Este gobierno se tiene que hundir, los malos gobiernos se tienen que caer”.
Yo, que no tengo ni idea de cuál es la solución a la situación actual, estoy convencida de que un elemento para encontrarla es entablando diálogos y por eso decidí tratar de entender su tesis.
Para empezar le pregunté: ¿Y eso cómo sería? A lo que contestó: “Debería dimitir voluntariamente y que no espere a que se lo digan. Que acepte el fracaso y deje que la democracia vuelva a funcionar”.
Como sé muy bien que quienes protestan en contra del gobierno lo hacen también en contra de Martha Lucía, le volví a interrogar: ¿Entonces que quede la Vicepresidenta a la cabeza del gobierno?
Muy claro en su discurso me respondió: “Sí, que quede ella mientras se convocan elecciones en agosto, que si la Constitución no lo contempla, utilicen sus facultades especiales para decretarlas, pero que entienda Duque de una vez por todas que hay responsabilidades políticas y cuando un gobierno fracasa se tiene que ir”
Nuestra conversación no paró allí. Mi interlocutor se compadeció en cierto momento del mandatario y en un lenguaje coloquial que usamos los bogotanos y casi todos los colombianos me dijo: “Pobre man, él no sabe de política, no sabe gobernar, no sabe administrar, no ha sabido manejar nada de lo que pasa, principalmente porque no lo entiende. Uribe lo hizo cometer el error más grande de su vida y hoy le da la espalda. Su mayor enemigo será el exmandatario, por eso debería salir con dignidad y no dejar que el expresidente lo acribille, pues es ahora su peor enemigo”
Diálogos como estos son los que tenemos a diario los colombianos por estas épocas. En la mesa del comedor de los hogares del país se debate y se plantean posibles salidas a la crisis. A mí, que como ya lo dije no tengo respuesta, me sorprendió que mi gran amigo, a quién admiro y respeto, estuviera tan convencido. Por eso, a pesar de que considero sumamente peligroso someter la democracia a los que hagan más ruido en las calles, me pregunto ¿Será que la solución es la salida de Duque?