La lectura completa de las 194 páginas del fallo contra el Magistratus Francisco Javier Ricaurte se la dejo a mi ex jefe en las páginas editoriales de El Siglo pasado, María Isabel Rueda, que es bien pila y juiciosa. Yo volé con el mouse a lo largo y ancho de la sentencia, para llegar a mi propio veredictum: ¡crucificadlo! y mis recuerdos me transportaron a Jerusalén hace 11 años, cuando conocí al hoy sacrificado. Del Palacio de San Carlos nos llegó la nota de la invitación a Tierra Santa que les hicieran una organización religiosa judía al entonces Presidente de la Corte Suprema de Justicia y a Jaime Bernal, ex Procurator, y con el Legatum Juan Hurtado Cano nos dimos a la tarea de atenderlos como se lo merecían y los llevamos a conocer el pesebre donde nació el Niño Jesús, en Belén de Judá, tierra palestina donde las autoridades israelíes dejan a responsabilidad de la embajada la suerte del visitante extranjero, como nos pasó antes con el entonces Mindefensa Santos y Tutina; Andrés Felipe Arias y Catalina, y con el Vice Juan Carlos Pinzón y esposa.
Alto, sencillo, de buen humor, gozó cual infante cuando al embajador se le pegó un chicle en su Arthur Street derecho en calle aledaña a la Knéset (parlamento israelí) y al calor de unos escoceses nos contó de sus épocas de estudiante de Derecho en Cartagena cuando para pagar su carrera le tocaba hacer de “pato” dentro de los buses intermunicipales, al grito de “Monpox, Turbaco”, y se confesó Conservador. El tema Uribe, obviamente, era vedado en nuestra tertulia por el candente affaire de las chuzadas en la CSJ. Sólo intuimos que al Presidente de la República no lo podía ver ni a caballo, seguramente porque el DAS le estaba pisando los talones, cual chicle a zapatilla...
Fue un verdadero fenómeno de superación personal. Cuando conocí la noticia de sus incursiones en el concurso sucesivo heterogéneo de los punibles de concierto para delinquir en calidad de autor, interviniente de tres cohechos por dar u ofrecer, autor de tráfico de influencias de particular e interviniente de la utilización indebida de información privilegiada con circunstancias de mayor punibilidad, quedé lelo. Y allí llevaron del bulto Gustavo Moreno, ex Fiscal Anticorrupción, Leonidas Bustos -quien, tengo entendido, es más honrada una yegua garitera-, el también ex Magistrado Malo -perverso, mejor- y unos congresistas costeños del anillo de los Ñoños, grandes electores del presidente Santos, a quien por estos días suelen comparar -no sé por qué- con Judas Iscariote, por su accionar en tiempos en que fungía de Fiscalis un hombre que respondía al nombre de Eduardus.
Post-it. Hoy retorno a Jerusalén en sueños para recordar cuando, de la mano de mi Hermana Prima -entonces regente de la Maisson D´Abrabam, hostal católico en el Monte de los Olivos- revivimos la Procesión del Santo Sepulcro y veo el punto de la VII Estación, donde Jesús cayó por segunda vez, pues allí funciona un negocio llamado Alí Babá, Café Bar y no sé por qué asocio ese nombre con el Cartel de la Toga.