La ganadería colombiana no se detiene. Durante tres décadas hemos luchado para lograr y sostener una condición sanitaria con estándares internacionales, pensando en nuestros consumidores nacionales y, también, con una clara proyección exportadora.
Con la misma visión lideramos, en los noventa, la modernización del obsoleto sistema de sacrificio de entonces, determinante para la ganadería de carne, y presionamos definiciones de política pública en inocuidad y trazabilidad, dos temas con pausas negligentes y retrocesos culpables de gobiernos anteriores, pero también con avances que hoy retoma el ministerio de Agricultura para cerrar procesos.
Cerrar procesos es una actitud de quien llega a la mayoría de edad, y la ganadería colombiana está alcanzando esa posición de madurez productiva que se concreta en “culturas” adquiridas: cultura sanitaria, cultura ambiental, cultura de bienestar animal, cultura de responsabilidad social, cultura de calidad, cultura exportadora y, por supuesto, cultura empresarial, porque nunca podemos olvidar que la nuestra es una actividad “económica” … Es nuestro negocio.
Ahora, ese largo y necesario proceso de apropiación de culturas, dentro del marco de la última mencionada, la cultura empresarial, está determinado por el mercado. El ganadero, como cualquier productor de bienes y servicios, entiende que, en principio, el mundo compra: calidad, precio y garantía de oferta disponible; es decir, el mejor producto al menor precio posible y siempre disponible en las cantidades y tiempos que el comprador requiere.
Son los retos de la competitividad. La calidad, para nuestro caso, incorpora la sanidad, la inocuidad y el enriquecimiento del producto, más allá de lo meramente nutricional, con valores altos de elementos nutracéuticos, cono Omega 3. A la competitividad, además, se le han sumado los factores de la Responsabilidad Social y, sobre todo, la Sostenibilidad Ambiental, que hoy atemoriza al mundo por las amenazas del cambio climático.
En cuanto a precio y disponibilidad, Colombia debe buscar su lugar en el mercado internacional. Con un hato de 30 millones de animales, el número 11 del mundo, podemos ser actores regionales importantes en el mercado mundial de la carne, pero no somos Brasil ni Argentina.
Un reto básico para garantizar oferta continua es el crecimiento del hato. A mediados del siglo pasado, Colombia tenía un bovino por habitante; así pues, una primera meta es volver a esa equivalencia: 50 millones de bovinos, lo cual es posible lograr y superar preservando la naturaleza, a partir de Sistemas Silvopastoriles Intensivos, con mayor captura de carbono y menores emisiones de Gases de Efecto Invernadero.
Y si de cerrar ciclos se trata, para el reto de llegar competitivamente a mercados de alto precio, debemos superar índices de productividad, que se pueden resumir en la fórmula: animales de mejor condición y mayor peso, en el menor tiempo posible y con sostenibilidad ambiental.
La respuesta a este reto es el proyecto, emprendido por Fedegán con apoyo del Banco de Desarrollo de América Latina, CAF, para establecer en la Costa Caribe un feedlot o “corral de engorde”, un sistema característico de la ganadería de Estados Unidos, en Texas principalmente, con un gran número de animales alimentados en un confinamiento acorde con parámetros internacionales de sanidad y bienestar animal.
Nuestro proyecto, además, enfatiza en un aspecto sustantivo: la participación de los ganaderos, no solo como “proveedores integrados” por esquemas de capacitación, asistencia técnica y, por supuesto, reconocimiento de un precio justo de mercado, sino como socios inversionistas, para lo cual adelantaremos una verdadera “campaña de invitación nacional”.
El resultado de mediano plazo, que será determinante para el crecimiento de las exportaciones y la modernización ganadera, bien vale la pena una entusiasta participación de los ganaderos en la construcción de su propio futuro.
@jflafaurie