FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 28 de Septiembre de 2011

Receptación

EL  Código Penal define el delito de receptación: “El que sin haber tomado parte en la ejecución de la conducta punible adquiera, posea, convierta o transfiera bienes muebles o inmuebles que tengan su origen mediato o inmediato en un delito o realice cualquier otro acto para ocultar o encubrir su origen ilícito incurrirá en prisión, etc.”
Esta figura se relaciona con otra conducta, el encubrimiento que, en síntesis, penaliza la ayuda al delincuente para que logre ocultar su delito. Naturalmente que ese auxilio debe ser consciente.
El comentario viene a cuento a raíz de dos notas editoriales de los colegas de este diario Eduardo Vargas, “Vuelve el Progreso”, y Juan Diego Becerra, “El país de las comedias”, respectivamente, aparecidos el domingo pasado, y que, en resumen, aluden a una complicidad, encubrimiento o receptación generalizada de parte de la autoridad y la sociedad con la corrupción. Y de verdad que tienen razón en sus reflexiones. Podría decirse que vivimos una Sodoma y Gomorra de la que nadie se salva y, el que se sienta libre de culpa que tire la primera piedra.
No es censurable, a los ojos del común, adquirir repuestos de segunda mano, dólares en el mercado negro, boletas revendidas o participar en el trasteo de votos y otras conductas mucho más graves. Pero tampoco hiere el sentimiento ético y moral que se invada territorio extranjero para dar muerte a delincuentes en estado de indefensión o que para cobrar una recompensa se mate y se mutile a la víctima para exhibir la prueba de la felonía.
Sin embargo, se levantan tribunas de fariseos que, prevalidos del monopolio de la opinión pública, predican y convierten en regla sus doctrinas como privilegiados y así, con esta estrategia, satisfacen sus intereses mezquinos, porque para ellos el fin justifica los medios, fin que suele ser la egolatría y el dinero. Y por ahí transita el Derecho.
Rupert Murdoch, magnate de la comunicación -contertulio clandestino del Gobierno- se desacreditó a causa de interceptaciones groseras en busca de noticias; detrás de él cayeron su mano derecha Rebekah Brooks y el Jefe de Scotland Yard de Londres. En tanto, en Colombia se denuncia con gran despliegue la subasta de información privilegiada del DAS a medios de comunicación que se han valido de ese Wikileaks criollo y los receptadores del bien objeto del ilícito, al tiempo que critican al delincuente, se lucran del producto de su astucia.
La libertad del periodista no puede confundirse con el “todo vale”. El oficio debe enmarcarse en criterios éticos y no solamente económicos. La tarea informativa cumple una función social y por tal deber no puede cohonestar el delito ni servir de cómplice a sus autores. Entre otras razones porque se educa con ejemplo y si los medios, ocasionalmente, sustituyen a los preceptores naturales, su ética, entonces, no admite transacciones, como llamar “Estimado comandante” a un avezado criminal.