FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Martes, 29 de Enero de 2013

Se inicia otro año escolar y con él aparecen las ilusiones y frustraciones de una juventud acosada por la crisis existencial que genera la sociedad de consumo e imagen y la incertidumbre del ser o no ser: trabajar y tener. A esta angustia contribuye el modelo educativo del sistema oficial, ideado a partir de teorías apartadas de la realidad y promovidas por improvisados proyectos de competencias  curriculares. Este fenómeno social se experimenta con mayor dramatismo en una de las etapas más difíciles de la existencia: el despertar a la pubertad; esa adolescencia dominada por un exceso de curiosidad e inexperiencia enmarcada dentro del plan de educación media, período  conocido como bachillerato.

 El bachillerato, desde la antigüedad, más o menos el siglo XIII, comprendía la habilitación para asumir estudios universitarios, profesionales. En el siglo XX, en Colombia, el pensum oficial del bachillerato capacitaba al estudiante para entender la vida como persona, en su más estricto sentido, esto es, para sonar por si solo. Era tan sólida esta educación que el presidente Alberto Lleras únicamente acreditaba ese titulo y lo demás vino por añadidura.

 Las reformas  del programa y la popularización de la educación no han logrado superar el nivel que en el pasado tenía el bachillerato. Comentando este aspecto en la columna  del 18 de agosto de 2005 al respecto se dijo: “A pesar del subdesarrollo del país, hace cuarenta años el nivel de conocimientos de los bachilleres de esa época, si bien se decía, era un mar de conocimientos de un centímetro de profundidad, ese centímetro era suficiente para que quienes lograban coronar sus estudios secundarios, al ingresar a la universidad,  estuvieran en capacidad de entender a sus profesores y aprobar con propiedad las asignaturas de la carrera que escogían”.

 A estas alturas todo se ha degradado.  El Banco Mundial y la OCDE proponen que se le aumente un año más al período de secundaria; el grado 12. Sin embargo, con esto no se resuelve el problema de desempleo.

 La experiencia docente en nivel universitario autoriza para testimoniar que el bachillerato, por regla general, es un engaño. No hay que crear el grado 12, sencillamente lo que obliga es que el Gobierno, en ejercicio de su competencias, se ocupe en exigir calidad en los establecimientos educativos, empezando por los maestros. Claro que la estratificación de la educación es, también, una estrategia política. No se puede olvidar que pueblo que se educa es pueblo que se rebela contra la injusticia.

 El bajo nivel  en  los centros de educación privada repercute en la preparación universitaria y de ahí que haya universidades estratificadas y profesionales preparados para dirigir y otros entrenados para obedecer y subsistir con salarios mediocres. Esta es otra formula comercial para promocionar los diplomados, las  especializaciones, las maestrías y los doctorados con los que se ofrece recuperar el tiempo perdido, mas no la oportunidad de trabajar.