FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 4 de Diciembre de 2013

El rabo de Savonarola

 

El  7 de enero de 1991, en esta columna,  se dijo: “Hay que abandonar el criterio timorato e hipócrita que prohíbe la intervención de los funcionarios públicos en política y, por el contrario, aceptar que como instrumentos del poder deben ser fieles a una ideología y a una disciplina; lo que no se debe permitir es que se ponga al servicio del partido el poder que se detente”. (La República).

La sugerencia fue acogida por el constituyente extraordinario; consultado el procurador de esa época, Carlos Gustavo Arrieta Padilla, acerca del alcance de la nueva disposición, respondió que ¡en tanto la ley no se ocupara del tema, seguían vigentes las normas disciplinarias expedidas al respecto! La Constitución, entonces, para el  connotado   jurista es letra muerta o por nacer.

No se pensaba en esos años que la prohibición de la reelección se derogaría. Sin embargo, en la columna del 20 de diciembre de 1993,  se comentó: “Desde cuando se conoció la propuesta llevada a la Constituyente, para prohibir la reelección presidencial, se advirtió el grave error de la iniciativa y, además, que más temprano que tarde surgiría la contrarreforma para remover el obstáculo…” (La República).

Se cumplió la premonición y ahora, entonces, nos encontramos con un Procurador que a pesar de haber manipulado al Senado para que lo reeligieran, valiéndose  de adulaciones baratas y provincianas como la fastuosa fiesta de las Bodas de Camacho el rico y del clientelismo desaforado que su fronda burocrática le permite, desconociendo la trascendental enmienda que le permite al Jefe de Estado aplicar para su reelección, se viene lanza en ristre contra Juan Manuel pretendiendo castrarlo políticamente y prohibirle hacer campaña para alcanzar su meta. ¿Tendrá autoridad este critico?

Por supuesto que en su vocación de pirómano no debió leer los textos del presidente López Pumarejo, escritos a este  respecto: “El Gobierno liberal no es apolítico. No lo es, abierta, francamente. Está constituido como consecuencia de una tenaz campaña política, su formación obedece a un proceso político; representa la voluntad de un partido político, y ejerce sus funciones a nombre de ese partido. Es más: es un partido político en el poder. La suerte de ese partido se halla íntimamente vinculada al buen éxito de las gestiones de quienes estamos cumpliendo, además del mandato de los colombianos, el mandato de la mayoría liberal, que aspira a que impongamos sus ideas en la Administración, y que tiene derecho a alimentar esa aspiración”. Octubre de 1934.

Por eso tiene razón el ministro Gómez Méndez cuando interpretando la reforma constitucional de Uribe, anota que “se inauguró la figura del Presidente-candidato, que en el fondo permite que un jefe de Estado pueda intervenir como candidato en controversias políticas”.

¿Será que al señor Procurador lo reeligieron por sus méritos confesionales o por su clandestina campaña? El que tiene rabo de paja que no se arrime a la candela.