FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Julio de 2012

Crisis de pánico

 

El presentimiento de un suceso terrible, real o imaginario, es la causa de ese temor patológico que paraliza e impide actuar razonablemente al hombre  que se deja dominar por la angustia que lo invade y  en ocasiones lo lleva a la fatalidad de la muerte. Algunos entendidos en la materia sostienen que también  los cerdos son muy sensibles a este temor e incluso que  mueren a causa del pánico, cuando son alertados por los chillidos emitidos por sus congéneres en el momento del sacrificio.

Esta patología no es exclusivamente individual. Las comunidades humanas son susceptibles de padecerla colectivamente. Premoniciones o augurios catastróficos han provocado guerras y  éxodos históricos de pueblos. Tiresias pasó a la historia gracias a sus profecías que las creyeron muchos ingenuos.

Por supuesto que a estas horas de la civilización y la ciencia los arúspices y aves de mal agüero no deberían merecer respeto y credibilidad. Sin embargo, como la humanidad ha evolucionado a partir de la fe y es la fe una de los soportes del poder, a los hombres se les ha prohibido buscar la evidencia; quienes la reclaman suelen no ser dóciles y a los detentadores del poder no les interesan los rebeldes.

Hay que alimentar el miedo, intimidar al colmo de generar pánico entre los hombres débiles y creyentes,  dominarlos para que sean gobernables y caigan en la confusión; en otras palabras, generar crisis, incertidumbre, desconfianza y uno de los medios mas efectivos para alcanzar este objetivo es la desinformación, logro que no es complicado  en estas épocas de angustia existencial.

En la segunda mitad del siglo XX, con la aparición del radio transistor,  que puso al alcance de millones  la posibilidad de recibir noticias mientras se laboraba en cualquier oficio, los medios escritos  perdieron el monopolio y la audiencia de analfabetos ganó  un espacio de actualización y recreación. Este escenario despertó preocupaciones que justificaron  la censura en muchas ocasiones y al mismo tiempo el descubrimiento de la “desinformación” como estrategia de combate político. Para remediar el peligro se ideó el monopolio informativo.

Hoy la competencia informativa pierde y gana terreno. Las redes sociales, anónimas la mayoría de las veces, manipulan la verdad y el derecho constitucional de brindar y recibir información veraz se convierte en una posibilidad ilimitada para tergiversar realidades a tal grado que la incredulidad, la especulación, la verdad a medias y otros fenómenos de la comunicación se emplean para producir angustia y desorientación.

¿Cuál sería la fórmula para prevenir y evitar que provocando crisis de pánico se desestabilice a la Nación y amenace la democracia? Exigir la verdad. Obvio que esta propuesta no es sencilla, pues la verdad es escurridiza, pero con todo, no es imposible pedir claridad, fundamento y mesura en la información y principalmente responsabilidad a la fuente. Lástima que las gentes no tengan criterio para formarse su propia opinión y sigan como rebaño la opinión pública.