Con ocasión de todo el drama que observó el país, conmocionado por el secuestro del Sr. Manuel Díaz, padre de un destacado futbolista profesional colombiano, sus captores salieron a justificar el hecho, advirtiendo que los ejecutores del frente no lo habían consultado con los dirigentes y alegando que su ejército, el Eln, es un ejército pobre y que necesita financiación y que el secuestro es la forma de financiarse, porque no tienen subvención del Estado, como si la tiene el ejército colombiano.
Pero todavía nos asombramos más cuando el jefe de la organización criminal Eliécer Chamorro (Alias Antonio García), ante los requerimientos de que con el secuestro están violando los acuerdos para los acercamientos de paz, sale a decir que ellos no han renunciado, ni van a renunciar a seguir secuestrando, así se encuentren en diálogos de paz; que en la mesa de negociaciones no existen acuerdos sobre las retenciones ni económicas, políticas o judiciales; advirtiendo con desparpajo, que todos los ejércitos del mundo requieren financiarse, queriendo indicar que el delito que comenten se justifica o es legítimo.
Pero como en este país uno no termina de sorprenderse, comenzó a sonar la idea de subvencionar con el presupuesto nacional a la guerrilla del Eln y las disidencias de las Farc -Epl para que dejen de secuestrar; a tal punto es descabellada la propuesta, que el mismo Defensor del Pueblo tuvo que salir a advertir que el gobierno no puede acudir al patrimonio público, para cumplir semejante despropósito. El presupuesto nacional está para cumplir los fines del Estado; en ningún caso para subsidiar a los delincuentes para que no continúen con sus acciones criminales.
Resulta que el acordado “cese al fuego” con las guerrillas, no hace otra cosa que permitirles actuar libre y tranquilamente, sin el asedio del ejército, para que puedan continuar en sus labores ilícitas de tráfico de estupefacientes y de secuestro de ciudadanos. El gobierno colombiano está pecando por ingenuo ante una medida estratégica que al único que beneficia a es a los grupos delincuenciales.
Y mientras el país se le entrega a la delincuencia organizada, el comandante del ejército pone todo el aparato de inteligencia y contrainteligencia militar, a averiguar si su mujer le pone “los cachos” con el profesor de inglés, a quién le inventan un expediente de guerrillero y lo siguen día y noche.
No creo que ninguno de los 60 generales de todas las fuerzas que llamaron a calificar servicio al inicio de este gobierno para abrirle espacio a esta nueva generación, hubiese denigrado de su oficio en forma tan ruin como vemos que lo hacen ahora algunas de las cabezas de la fuerza pública. Que bien vamos en esta república, ¡vivir para ver cómo se destruye!