Santidad: me parece excelente que combatas la pederastia y la mafia en el manejo de los recursos al interior del Vaticano; sabemos que la Iglesia, como toda entidad manejada por seres humanos, comete errores, fallas y es surco arado para la cizaña de la corrupción; me parecen laudables tus esfuerzos por salvar no solo el medio ambiente y la Amazonia -pulmón del universo- sino también por salvar las almas que allí habitan y rescatarlas para la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, que consideramos la institución religiosa que apareja por excelencia una doctrina que sintoniza con los más altos valores de la civilización.
Pero veo algo contradictorio en tu accionar: te preocupas justamente por el medio ambiente y por erradicar formas de corrupción, pero jamás mencionas el hecho de que en la hermana República de Venezuela su dictador está empeñado, además del genocidio interno y del desplazamiento de 4 millones de pobres para regarlos y replicar la miseria en los pueblos vecinos, a provocar militarmente, con incursiones indebidas, con desplazamiento de fuerza y maquinaria desmedida en la frontera, haciendo juegos de guerra - que se saben cómo empiezan pero no cómo terminan- y últimamente se dedica a exportar terroristas para incendiar Suramérica vía protesta social.
Hermano Francisco: recuerda a Eugenio Pacelli, Pío XII, uno de tus antecesores, a quien la historia cuestiona por la actitud timorata del Vaticano frente a las atrocidades de Hitler, cuya reencarnación vive en Venezuela. Obra en consecuencia, porque tu postura del justo medio no puede estar del lado de la ignominia.
Post- it. Su nombre de pila es Roberto, su apellido Ortiz, pero se le conoce como “Chontico” y libra en Santiago de Cali una tenaz pugna por la alcaldía versus Iván Ospina, el candidato de Gustavo Petro, el mismo candidato que acaba de ser llamado a imputación de cargos por la justicia penal y contra quien cursan varias investigaciones de la Fiscalía y la Procuraduría, no se sabe cuántas. La primera vez que escuché a Roberto en la radio pensé que era Gustavo Gómez, que se había cambiado de emisora, porque su timbre y color de voz son idénticos; luego lo vi personalmente en tarima, escuché sus argumentos de historia de vida, su compromiso por la defensa integral de la familia, por el trabajo decente de la mujer, por un banco de oportunidades para los más pobres, por la creación de un bloque de búsqueda implacable contra los jíbaros, por la rehabilitación de los drogadictos, en fin, por un Metro para Cali, que harta falta hace, porque esta ciudad se está “bogotanizando” a pasos agigantados en materia de movilidad.
Todo lo que dice es justo y necesario. Roberto es un fenómeno de superación personal. Empezó vendiendo chance en una caja de madera en las calles caleñas y ahora da empleo a 3.600 madres cabeza de hogar que venden chance Chontico y prestaran servicios de Gane y Supergiros, siendo en esta ciudad el segundo empleador privado. Creo que este buen hombre merece el “chance” de ser alcalde, porque Ospina ya lo fue y su memoria no es de grata recordación para la gente de la Sultana, que merece lo mejor.