El papa Francisco ha expedido un documento muy importante una semana después de firmar la Encíclica Fratelli Tutti; se trata del Pacto Mundial Educativo, en el cual recoge muchas de las actividades que los directivos universitarios logramos milagrosamente desarrollar en pocos días: activar una respuesta rápida a través de plataformas educativas informatizadas.
No obstante la gestión de las instituciones educativas, muchos niños y adolescentes se han quedado atrás en el proceso natural de desarrollo pedagógico y crisis económica generada por el coronavirus. Aproximadamente diez millones de niños, de los 250 millones que están en edad escolar, según los organismos internacionales podrían verse obligados a abandonar la escuela.
Por esa razón, Francisco dice que se debe incrementar la conciencia de un cambio en el modelo de desarrollo, que respete y proteja la dignidad de la persona humana, y parta de las oportunidades que la interdependencia mundial ofrece a la comunidad y a los pueblos, cuidando nuestra casa común y protegiendo la paz, señalando que: “educar es apostar y dar al presente la esperanza que rompe los determinismos y fatalismos con los que el egoísmo de los fuertes, el conformismo de los débiles y la ideología de los utópicos quieren imponerse tantas veces como el único camino posible”.
En realidad, no son suficientes las recetas simplistas o los vanos optimismos, pues “Educar es siempre un acto de esperanza que invita a la coparticipación y a la transformación de la lógica estéril y paralizante de la indiferencia en otra lógica distinta, capaz de acoger nuestra pertenencia común”.
Los educadores de oficio y carrera, que creemos “que la educación es una de las formas más efectivas de humanizar el mundo y la historia”, debemos ser conscientes de este llamado de nuestro itinerario educativo integral: generar y mostrar nuevos horizontes a nuestros estudiantes y educandos, así como a todos los componentes de la sociedad, para que seamos capaces de responder a los desafíos y emergencias del mundo contemporáneo.
El Papa nos pide de manera particular a los hombres y las mujeres de cultura, de ciencia y de deporte, a los artistas, a los operadores de los medios de comunicación, en todas partes del mundo, a firmar este pacto en sus siete principios, aunque las grandes transformaciones no se construyen en el escritorio, si podemos desde él, ser pensadores y promotores del cambio. Expreso aquí, que lo suscribo de manera individual, pues hemos de ser promotores de los valores del cuidado, la paz, la justicia, la bondad, la belleza, la acogida del otro y la fraternidad.
Francisco propone un reto en la transversalidad de las asignaturas de humanidades de las universidades: “En este proceso, un punto de referencia es la doctrina social que, inspirada en las enseñanzas de la Revelación y el humanismo cristiano, base sólida y fuente viva para encontrar los caminos a seguir en la actual situación de emergencia.
Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. (Carta enc. Fratelli tutti, 77).