Han entrado en los últimos dos años billones de pesos a corruptos, se afirma que a congresistas, a guerrilleros, especialmente por contratos otorgados en la unidad de desastres, que es un desastre, y si bien en Colombia la corrupción no es nueva, jamás había llegado a las actuales dimensiones.
El Gobierno -lo ha confesado- no dispone de recursos para salud, empleo, educación, obras públicas, tiene que disminuir la ejecución de diversos programas, disminuir presupuesto, no puede renovar equipos de las Fuerzas Armadas, hasta las sumas destinadas a la entrega de subsidios se agotan. Al incremento de los gastos se suman las partidas que crecen cada día para el funcionamiento del Ministerio de la Igualdad que impulsan la desigualdad y la elevación de onerosa burocracia.
Inclusive por fuera de los partidos que todavía figuran como integrantes del fracasado Pacto Histórico, movimientos tradicionales y más recientes que hablan de moralidad aparecen con denuncias en referencia a algunos de sus miembros tocados por la corrupción que traspasa fronteras.
El Estado pierde Soberanía, los guerrilleros insisten en la guerra, en no dejar las armas, en que los ciudadanos adquiramos el compromiso de financiarlos si dejan de percibir los recaudos por extorsiones, secuestros y matoneo, los derechos humanos se vulneran, el oso internacional apabulla y la Nación resbala en disputas que dejan de ser ideológicas, consecuencia de tortuosas ambiciones y caprichos. El objetivo de la consecución de la paz se ha perdido en diálogos impropios.
Que vengan caras nuevas, a pesar del saqueo, debo anotar que se oyen voces de dirigentes sensatos dispuestos a impedir que el barco siga a la deriva que se aprueben proyectos de reformas sociales absurdas, como David Luna, Miguel Uribe Turbay, Paloma Valencia, para citar solamente algunos, quienes actúan con un grupo de parlamentarios dispuestos a librar la batalla democrática tratan de poner las cosas en su sitio, de recuperar la dignidad, de conformar la coalición mayoritaria que el país requiere, la fibra nacional existe, necesitamos respecto del saqueo que la justicia opere, encontrar la verdad en referencia a pactos pactos convenidos en las propias dependencias de la Casa de Nariño, el pueblo tiene que acompañarlos.
Asombrosa la mala utilización de los emblemas nacionales, la insistencia en situar a nuestros subcampeones de América en futbol al nivel de los integrantes de la primera línea protagonistas de desórdenes y violencia. Nuestro presidente carece del acierto, quisiéramos que no fuese así, su pasado lo obnubila, no se trata de una confrontación personal ni de desconocer una trayectoria política que proviene de hace muchos años cuando militó en el M-19, sino de cuidar que no aumenten los errores en los dos años que faltan para la terminación de su mandato, con pedir perdón el pasado veinte de julio no se borran grandes equivocaciones. En cuanto al insólito ondear de la bandera, repito con don Ricardo Nieto, “Hoy eres tricolor, tal vez mañana -bandera colombiana- la sangre nuestra te convierta en rosa”.