FUAD GONZALO CHACÓN | El Nuevo Siglo
Viernes, 5 de Abril de 2013

Las cenizas del ayer

Pasar de ser la persona más poderosa de un país a convertirse en un ciudadano del común es una transición difícil, lo reconozco. Los expresidentes deben sentir un vacío de autoridad en los riñones cuando ya su firma no tiene la fuerza suficiente para expedir decretos que muevan al Estado. La típica y tan temida soledad del poder debe ser su única compañera fiel en aquellas tardes tranquilas que le siguen a la bulla de un mandato de cuatro u ocho años. Es como estar pensionado, el teléfono no suena tanto como antes, los amigos desaparecen paulatinamente y se quedan encerrados con los reproches de sus oportunidades perdidas.

Pero ¿qué posición debe ocupar un expresidente dentro del engranaje político de Colombia? La verdad es que no lo sabemos a ciencia cierta, es una figura que navega a la deriva en el limbo jurídico de nuestra Constitución. Lleva consigo la fatiga de un Presidente en ejercicio, pero conserva las ansias de poder de un Vicepresidente gracias a la puerta que les abrió la reelección ¿Ser un emblema vivo y decorativo de las votaciones pasadas o ser un faro de opinión actual desde las trincheras de los recuerdos? He ahí el dilema.

En lo personal considero que los expresidentes deben aceptar su viudez de poder como nuestros padres aceptaron las canas y arrugas que las largas jornadas de trabajo trajeron consigo. Dignidad ante todo, que sean una muestra de grandeza política permitiendo que el mandatario de turno haga su mejor esfuerzo, sin colocar palos en las ruedas para sabotear ni exorcizar sus demonios reprimidos por las cosas que dejaron de hacer. Ya tuvieron su chance de conducir el país por el rumbo que quisieron, ya se acabaron sus amaneceres en la Casa de Nariño, ya son más los fantasmas que los persiguen que las luces que los guían.

Por la salud de nuestra democracia todo expresidente, los de ahora y los que han de venir, tiene que entender que su labor al final es un compromiso de respeto con todo un país, ya no son representantes de un partido o un color. Ocuparon el solio de Bolívar por una nación en pleno y con tal pulcritud deben permanecer hasta el fin de sus días. Dejen los rifirrafes escueleros para los hambrientos candidatos que vienen detrás, su último 7 de agosto los colocó por encima de las rencillas de todos ellos.

Procuren contener sus instintos políticos frente a la tentación jugosa de las urnas, las cenizas del ayer en que se han convertido no sólo serían tóxicas para el sistema, sino también para la reputación que han de cargar más allá de la tumba.

Obiter Dictum:La fragilidad con la que este mundo puede ser destruido por cualquier loco envalentonado es impresionante. Hoy el desquicie lo tiene el joven Kim Jong-Un, aunque nadie crea en sus amenazas no puede el mundo descuidarse, así como él muchos sólo quieren ver el mundo arder y lo único que necesitan es una excusa para oprimir el botón rojo de su escritorio y desatar el Armagedón.

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