El triunfo del No es el triunfo de la democracia sobre la violencia, es la victoria de la legalidad sobre el crimen, sobre la corrupción, la mentira, las amenazas, la trampa y el chantaje. El domingo los colombianos rechazamos la violencia como medio legítimo para hacer política, nos opusimos a negociar nuestra democracia con quienes asesinan en nombre de una ideología. Ganamos todos, porque ahora es posible llegar a un mejor acuerdo, debemos alcanzar una paz que represente la voluntad del pueblo. El No es un mandato para el gobierno Santos y para las Farc, quienes deben respetar la decisión soberana de los colombianos.
Fracasó Juan Manuel Santos, perdió la apuesta donde había depositado todos sus esfuerzos, desatendiendo asuntos prioritarios para el país. La soberbia, la vanidad, el triunfalismo, el desprecio y la descalificación de las voces críticas, lo derrotaron. El espectáculo de Cartagena, el derroche de recursos, la saturación de la propaganda, los atropellos a los contradictores, el ensimismamiento del SI, las dadivas a cambio de votos, no fueron suficientes para manipular el sentir de una Nación.
El domingo quedó demostrado que la paz no se puede comprar y que los colombianos no estamos dispuestos a renunciar a los principios fundamentales sobre los cuales esta edificada nuestra democracia. Quedó claro que los colombianos, todos, queremos la paz, pero para alcanzarla no podemos premiar a los violentos.
Si los miembros de las Farc realmente tienen voluntad de paz, deben estar dispuestos a buscar un nuevo acuerdo y a ceder en los aspectos que son innegociables para los colombianos. Hoy, debemos ser generosos con quienes estén dispuestos a renunciar a la violencia y a participar en democracia, pero queda claro que quienes han cometido crímenes atroces deben rendirle cuentas a la justicia, a las víctimas y a la sociedad.
La comunidad internacional, Obama, la ONU, El Papa, el Premio Nobel, deben entender que los pueblos tramitan y resuelven sus conflictos de manera libre y soberana, tomando las decisiones sobre su propio destino, sin presiones, sin complejos. Ahora ellos tienen la obligación de acompañar a Colombia en su decisión, de ser solidarios en la construcción de una verdadera paz.
Es momento para que el país piense en su futuro, sobre el proyecto de Estado-Nación que queremos perseguir. Los colombianos no estamos divididos, Santos pretendió dividirnos entre buenos y malos, pero la paz no puede estar en discusión, es la razón de ser del Estado de Derecho. El Acuerdo que Santos y Timochenko nos ofrecieron fue rechazado, porque no representaba la paz de Colombia.
Ahora tenemos el gran reto de alcanzar un gran consenso nacional, la oposición ha derrotado a la Unidad Nacional y debemos liderar el camino a un mejor acuerdo. El desafío es grande, pero debemos responder con grandeza al mandato del pueblo colombiano.
@SHOYOS