El ex presidente Gaviria fue designado por el Gobierno como el vocero del SÍ en el Plebiscito. Seguramente los asesores de Palacio sugirieron esconder a Santos y alejarlo de la contienda para que la campaña no cargue con el lastre de la animadversión que tienen los colombianos hacia él. Pero el Gobierno se equivocó, sacó a la candela a un jefe de debate con rabo de paja, envalentonado por disfrutar de nuevo de la burocracia y el poder y de una fortuna con la que, dicen, no contaba antes de ser Presidente.
Santos reencauchó a la clase política tradicional para poder gobernar en contra de las ideas y las personas que lo eligieron en 2010 y para que sus prácticas clientelistas no fueran cuestionadas sino valoradas. Tuvo que entregar el Estado a los viejos políticos liberales que habían llevado al país a la quiebra y al fracaso, resucitó a los protagonistas del proceso 8.000 que andaban pagando escondedero a peso y al kindergarden de Gaviria que apareció nuevamente, insaciable de puestos y contratos, para cooptar al Estado.
Hoy, gracias a Santos, son ellos quienes dirigen de nuevo los destinos de Colombia, son ellos los protagonistas de los pactos con las Farc, son los protagonistas de una historia que se repite y que en esta ocasión se esconde tras la fachada de la paz. El sometimiento del Estado a las imposiciones del narcotráfico.
Según el ex Embajador de Estados Unidos en Colombia, Myles Frechette, Gaviria, siendo Presidente de la República, tuvo conocimiento de los “narco casetes”, prueba irrefutable de la estrecha relación política y económica de su partido con el Cartel de Cali. Prueba, que en lugar de denunciarla y darla a conocer a las autoridades y al país, decidió ocultar para no afectar la campaña del candidato liberal Ernesto Samper. Al menos eso sostiene el ex Presidente Andrés Pastrana, quien calificó a Gaviria como “El Eslabón Perdido del Proceso 8.000”.
Antes de eso, y citando a El Nuevo Herald, “En 1991, desde la clandestinidad, Escobar llegó a un acuerdo con el entonces presidente, César Gaviria, y aceptó ser internado en una cárcel construida especialmente para él, La Catedral, a cambio de que revocara el tratado de extradición con Estados Unidos. Su estancia en aquella lujosa cárcel, donde se forjaron crímenes, se dirigía el negocio de la droga y se celebraban suntuosas fiestas, apenas duró un año, ya que “El Patrón” escapó”.
Hoy, Gaviria es el jefe promotor de un Plebiscito que busca legalizar los pactos del gobierno Santos con las Farc. Pacto mediante el cual han acordado, entre otras cosas, que los cabecillas de esa guerrilla no sean extraditados y que el narcotráfico sea conexo al delito político. A ellos es a quienes debemos derrotar.