GENERAL (R.) LUIS ERNESTO GILBERT V. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Agosto de 2012

La llamaban burundanga

 

No es nuevo ni mucho menos extraño que una persona de bien sea víctima de los antisociales dedicados a drogar ciudadanos incautos para someterlos a su voluntad. Seguramente en todos los círculos sociales se escuchan historias tristes y ejemplarizantes, puestas lógicamente en tercera persona, pues las víctimas se apenan de haber padecido semejante afrenta. A más de ser objeto de hurtos y vejámenes, son enseñanzas y vivencias que poco impactan los auditorios, pensando el conglomerado que esos casos nunca los van a vivir. ¡Qué equivocación! Todos somos susceptibles de caer en manos delincuenciales. Las autoridades nunca descansan de adelantar campañas para alertar a la ciudadanía contra estos malhechores, sin embargo, la experiencia ajena no aconducta, obligándonos a coexistir con la dura realidad de sufrir este calvario de una alta regularidad cotidiana.

No es sencillo encontrar una estrategia que impida esta práctica cerrando el paso a los delincuentes, obligándolos a deponer sus intenciones, pues la facilidad que tienen para actuar los impulsa a continuar haciendo de los buenos vecinos blancos de sus fechorías. Solo un compromiso serio de parte ciudadana puede bajar los índices alcanzados por estos antisociales, pero este pacto debe apuntar a lograr un nivel de alerta fuera de lo común. Sabemos que la ciudadanía en nuestro país mantiene un nivel de alerta descuidado y muy bajo, situación que posibilita el actuar delincuencial. Bastarían unos ejemplos para entender lo complicado del contexto. La mayoría de los episodios se presentan en circunstancia extrañas, percibimos señores víctimas de coqueteos por parte de jóvenes atractivas, desplazándose solas, comprendemos que tamañas insinuaciones hacen olvidar las alertas y recomendaciones, puede más el engreimiento y fácilmente nuestro ciudadano cae en la trampa, rematando despojando de cuanta pertenencia tenga en el momento, y si la sustancia utilizada en el ilícito es de efecto prolongado y fue bien administrada, seguramente continuará en poder de los antisociales que alargarán el control, hasta el paseo millonario o exigencias de pertenencias familiares y hogar.

Y qué decir de las personas que no perciben amenazas en sujetos desconocidos, con quienes fácilmente entablan conversación e intercambian información, llegando a entregar su integridad a organizaciones delictivas poniendo su probidad a merced del destino o decisiones que tomen sus captores, esto por dar solo dos ejemplos de la falta de compromiso ciudadano de cara a la seguridad.

Las instituciones de la Fuerza Pública adelantan campañas recomendando abstenerse de hablar con extraños y ser muy prudentes al proporcionar información, recomiendan también no recibir bebidas ni compartir en lugares de esparcimiento al calor de los tragos con desconocidos, mucho menos recibir invitaciones e ingerir bebidas de otros grupos, todo lo anterior extensivo a comidas, cigarrillos y demás, pero hacemos oídos sordos. Hagamos un llamado a la prudencia y escuchemos a las autoridades evitando caer en manos criminales.