General (r) Luis Ernesto Gilbert Vargas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Junio de 2016

PRISMA

La justicia comunitaria

 

NO es nuevo ni innovador en el ámbito ciudadano este procedimiento que en los últimos días se ha presentado en diferentes puntos de la  capital, cuando la comunidad frente a ciertos personajes  sorprendidos  actuando contra los intereses de algunos ciudadanos se muestra agresiva y violenta, haciéndolos  blanco de su furia, sin dar oportunidad de actuar a los miembros de la policía.

 

Reprochables desde todo punto de vista estas actuaciones, especialmente en estos tiempos que la tolerancia, las buenas costumbres y el prudente razonamiento, figuran en la mayoría de recomendaciones encaminadas implantar en la conciencia de las personas en lo que llamamos  cultura ciudadana. Tomar la justicia por propia mano nunca ha sido el camino más directo a la seguridad y mucho menos es incentivo de paz, por lo tanto se hace  necesario requerir  de las autoridades medidas para evitar estas manifestaciones, que querámoslo o no, son explosiones  de violencia y retroceso en el camino hacia el perfeccionamiento de la  humanidad. Indudablemente opinamos que de potenciarse o repetirse estos actos de barbarie podemos caer en una situación de intolerancia colectiva, que conducirá a estados delictivos comprometiendo personas de bien, ajenas a los hechos, en contextos bochornosos de consecuencias lamentables para las víctimas, los victimarios y la sociedad salida de control.

 

Ahora bien, evaluemos lo hasta el momento sucedido para buscar un direccionamiento adecuado, inquiriendo puntos positivos en el escenario, porque de lo malo podemos sacar cosas buenas. Por ejemplo, si la colectividad identifica el delincuente y se percata de sus intenciones criminales, es positiva la reacción comunal para defender la víctima a más de prevenir y evitar que el barrio sea blanco fácil del malhechor. Si una vez agotada esta maniobra continúa una retención comunal, en el buen sentido de la expresión,  es decir mantener rodeado e impedido de huida al delincuente hasta tanto hagan presencia los representantes de la policía, quienes continuarán con el procedimiento establecido para tales hechos, estaremos  ante una comunidad organizada, controlada y consciente de su rol frente a la seguridad de su entorno y que envía mensajes disuasivos  a la delincuencia de todas las pelambres, añadiendo capacidad de convocatoria de cara a eventualidades ajenas, catastróficas  o amenazantes para los habitantes. Ellas “son cosas positivas verdad”.  Estas demostraciones de compromiso, preocupación y decisión ciudadana en cuanto a seguridad del vecindario y su hábitat deben ser capitalizadas, aplaudidas y direccionadas por  las autoridades locales para fortalecer los  grupos sociales.

 

Cuando la ciudadanía  responde al llamado de auxilio hay dos posibilidades: convocatoria de un líder  o generación espontánea, inspiradas en la desesperación. Ojo, es compromiso colectivo que no se puede desaprovechar, porque estamos ante el germen de una organización ciudadana contra la delincuencia, urgida de dirección, capacitación y respuesta  de autoridad con justicia evidenciada,  que evite la justicia comunitaria.