General (r.) Luis Ernesto Gilibert V. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 3 de Junio de 2015

PRISMA

¿Un director civil en la Policía?

Definitivamente  la Policía Nacional de Colombia es una institución sobresaliente, a tal punto que todos queremos en algún momento controlarla y definir su rumbo, le llueven propuestas de todo lado, la mayoría inconsultas o poco aterrizadas, a quien se le ocurra comentar sobre ella lo hace, y sin dudarlo presenta iniciativas a la ligera, pretendiendo ajustar su funcionamiento, estructura y operatividad, -piensa uno-, ¿será que la quieren inmensamente y  llevan su amor al extremo de sentirse con el derecho de opinar? O será que los hombres egoístamente pensamos que lo amado nos pertenece y como la aman quieren diseñarla  a su antojo. En principio diríamos que este comportamiento hacia la Policía es sano, pues demuestra el interés de los ciudadanos por la buena marcha institucional, quedando establecido el derecho a debatir y calificar su eficiencia ante  el cumplimiento de la misión.

Lo anterior es un abrebocas para referirme a la última propuesta del doctor Juan Manuel  Galán, cuando manifiesta que la Policía debería tener un director civil, idea que me sorprendió especialmente por  venir de quien viene y parecerme apresurada e inquietante, seguramente no fue sopesada ni evaluada en sus alcances, porque el doctor Galán es un parlamentario que ha intervenido apoyando la Policía en múltiples escenarios y los hombres que la integran, lo identifican como su defensor de oficio en profusos debates, es decir, la ciudadanía  lo consideran  afín a la fuerza pública.

Este planteamiento me permite hacer un análisis desprevenido pero adherido a la historia, buscando llamar la atención sobre la riesgosa  propuesta. La Policía durante sus primeros 60 años debió sufrir un sinnúmero de altibajos, por no tener consolidados ni profesionalizados su cuerpos directivos, los cambios en la figura del director, no permitieron la continuidad de los proyectos programados en cada administración y, lo más grave, fue la dependencia de los directores del sistema político, situación que constreñía la independencia operativa institucional al comprometer sus hombres en actividades proselitistas, estropeando con esto, la imagen y la imparcialidad profesional e institucional de los hombres, en los procedimientos policiales; en los segundos 60 años la institución logró un cambio profundo al ser incorporada como cuarta fuerza en el Ministerio de la Guerra, partiendo de ese momento, adquirió identidad propia, se profesionalizó, la apartaron de los vaivenes políticos proscribiéndole a sus hombres la beligerancia partidista y erradicando de sus filas aquellas unidades reacias a la nueva organización. Al contar con un estatuto de carrera apareció la sucesión del mando, obligando con ello la profesionalización de los directivos, y el desarrollo institucional pausado, seguro y permanente, de donde se desprende que los directores emergen del seno institucional con las capacidades y formación propias del grado. Lo demás seria improvisar exponiéndonos a revivir  la historia.