GENERAL (R.) LUIS ERNESTO GILIBERT V. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 1 de Mayo de 2013

El reloj en La Habana

 

Las conversaciones sostenidas entre el Gobierno y las Farc en La  Habana han formado un cuadrilátero, ocupado por participantes en cada esquina, unos antagonistas   y otros espectadores, pero muy involucrados todos en cada ronda.  Hacen presencia en una esquina  las Farc,  su diagonal y contrapuesta  está  representada por el Gobierno, los otros dos ángulos  tienen a  la fuerza pública y el país. Como vemos son muchos los componentes en el tema, así solo dos tengan voz y voto en la mesa; el proceso lleva más de cinco meses y su avance frente a la expectativa del  país ha sido mínimo, sobre todo ante las palabras del presidente  Juan Manuel Santos, quien manifestó su  aspiración de lograr la paz en tiempo  límite.

Esa prudencia, el sigilo y mutismo que han caracterizado las distintas rondas, viene  generando  un sinnúmero de lucubraciones en los diferentes sectores ligados al cuadrilátero. Por un lado tenemos la fuerza pública, en cuyo interior la expectativa viene produciendo una serie de conceptos alarmantes de cara al fin del conflicto, como son: la reducción del pie de fuerza, la incorporación de  desmovilizados a las filas, la disminución del presupuesto, a más del asunto sobre justicia, y algunos contenidos que dejamos en el tintero, por otro lado figura el país, sufriendo con la esperanza de vivir una paz negada por muchos años y recibiendo al igual que las fuerzas una cadena de reflexiones nacidas de la desinformación,  que le hace pensar  en acuerdos traídos de los cabellos o concesiones fantasiosas a los subversivos, forjándose preocupación  por  un futuro indeciso para los colombianos. Estos dos actores llevan sobre sus hombros toda la perplejidad que los enemigos de la paz han sembrado; en cuanto a los otros dos concurrentes  Farc y Gobierno representados en la mesa de diálogos, saben la verdad de lo acordado y conocen  los tiempos  de las negociaciones  establecidos en el proceso, por lo tanto gozan de tranquilidad y sosiego, calma envidiable para los colombianos, pues la incertidumbre no es buena consejera y genera esperanzas muchas veces desfasadas, con posibilidades de convertirse en frustraciones  ante resultados  inesperados.

Esta situación obliga a buscar un conducto aclaratorio, para enfrentar la desinformación,  pues no puede el señor Presidente como lo viene haciendo, salir a rebatir o aclarar algunos puntos  diseminados en el ambiente, dirigidos  a despertar incomodidad y malestar en los actores. Se especula con la hipótesis de tener el tiempo en contra, sosteniendo que toda alteración o amenaza contra los diálogos golpea el calendario establecido, sabemos de la urgencia por una salida negociada,  pero sería saludable ampliar los tiempos, no correr contra el reloj y aflojar esa presión nacida del  urgente y rápido resultado, unos meses más no implican debilidad, ¡claro está todo tiene un límite¡