GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Octubre de 2014

No abusen, señores de las Farc

 

Sigo creyendo que de La Habana vendrá un barco cargado de… acuerdos y cimientos para un país mejor. Prefiero el perdón, al rencor;  y el renacimiento, a las guillotinas. Y también prefiero la memoria solidaria, al olvido imposible. Entre la justicia y la venganza, siempre querré que gane la primera, pero entre la justicia y la reconciliación, me quedo con la última.

Le sigo, pues, apostando a quitarnos los intoxicados trapos de la guerra, y vestirnos con el incipiente manto de la paz.

Pero que no abusen los guerrilleros, y no confundan gestos de paciencia y buena voluntad del Gobierno, con ingenuidad, idiotez o cobardía: ni Santos ni su combo habanero tienen un ápice de estas tres nimiedades; así es que no abusen.

Minar campos es un acto saturado de maldad, inventado para matar y mutilar seres humanos. Pero minar jardines de escuelas, iglesias y hospitales, traspasa la barrera del  sonido de la guerra, para convertirse en los gritos de la infamia. Que no abuse la guerrilla. Que no crea que Colombia está dispuesta a tolerar tanta monstruosidad. Nada, absolutamente nada justifica lo que hicieron las Farc en la escuela rural de San Andrés de Pisimbalá. Y no señores, eso no lo hicieron porque estemos negociando en medio del conflicto. Es porque a ustedes se les agotó la inteligencia y hasta el último átomo de respeto -incluso- por las  normas de la guerra.

A los intereses de la revolución no los acabaron la oligarquía de Colombia, ni los militares gringos o colombianos. A los intereses de la revolución los mataron ustedes mismos, por inconscientes y perversos.

Yo  pregunto si a los señores que esta semana pusieron las minas en terreno escolar, se les acabaron las pilas para el transistor, o su analfabetismo moral es también de índole académico, y ni siquiera leen los titulares de los periódicos. ¿Nadie les habrá contado que sus máximos jefes están en La Habana tratando de construir acuerdos para terminar la guerra?

O, surge entonces, otra pregunta: ¿realmente los que están en Cuba, son quienes  toman las decisiones, y disponen cuáles acciones hacer o detener?

Tercera hipótesis: los negociadores de la guerrilla creen que son los que mandan, pero los insurgentes de aquí -inconexos e insubordinados- siguen haciendo lo que les da la gana.

Ninguna opción es halagadora, pero si alguna de las tres llegara a ser válida, tendría que ser solucionada. De no hacerlo, esta historia no tendría sentido: yo no me siento a planear una fiesta con alguien  que odia  la música, se aburre con la alegría, y ni va a asistir ni a financiar el foforro. Si los guerrilleros con pasaporte están en una tónica, y los del monte están en otra, y la línea de mando tiene la firmeza de un gusano y la continuidad de un espasmo, ¿qué estamos haciendo?

Sean serios, señores de las Farc. Ustedes son los únicos responsables del suicidio social y político de una insurgencia que ni de lejos es  lo que hubiera podido ser.

ariasgloria@hotmail.com