Gloria Arias Nieto | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Enero de 2015

PUERTO LIBERTAD

Je suis Charlie

Lo   previsto era que Puerto Libertad regresara la próxima semana. Pero ante la masacre cometida en Paris, no me puedo quedar callada. Bien sabemos que la violencia es la máxima evidencia de la estupidez humana, de la insensatez y la miseria del alma y las neuronas. Cualquier ciudadano del mundo, debería estar en condiciones de comprender que atentar contra la libertad de prensa, es atentar contra la democracia, contra la independencia de pensamiento, contra la voz de la sociedad. Una bala contra un periodista, no es una mordaza para un medio de comunicación. Es una cadena, áspera y pesada, contra la voz de quienes encuentran en la prensa, una esperanza de ser oídos, de ser vistos y sentidos; de salir de esa injusta  invisibilidad en la que uno u otro tipo de poder, los ha sumergido.

Cuánta cobardía se debe tener en cada centímetro de piel, para intentar callar el ingenio, la crítica y la pluma, con fusiles y metralletas. Qué tristeza que a la irreverencia o al desacuerdo se les combata con proyectiles, y no con ideas inteligente y decentemente debatidas.

El Je suis Charlie, que rápidamente llenó las redes y los medios, es el más claro testimonio de lo que el mundo occidental piensa de la masacre cometida por los fundamentalistas.
¿Será que donde esté, Mahoma -aquel pastor, comerciante, analfabeto y profeta nacido en La Meca- puede sentirse honrado por una atrocidad como la perpetrada el miércoles contra los periodistas del semanario Charlie Hebdo? ¿Será que se sintió feliz cuando las Torres Gemelas, o cuando  el reciente horror contra la escuela en Pakistán? ¡Imposible!

Si bien casi desde un principio, los combates fueron constantes en la expansión del islamismo, Mahoma creó una religión, no una manada de asesinos; meditaba durante largas temporadas de silencio y aislamiento en el desierto, y hasta se dice que la palabra divina se le reveló a través de un arcángel. Fue el fanatismo ciego y enloquecido de algunos de sus seguidores, lo que convirtió un proyecto espiritual, en una barbarie desenfrenada, que se ha venido cometiendo por siglos, en nombre de un profeta y una  religión.

Je suis Charlie…y hemos sido Jaime Garzón y Guillermo Cano; y hemos sido los periodistas mexicanos, argentinos, venezolanos, uruguayos, españoles, norteamericanos… asesinados en este inmenso campo de batalla en el que el hombre convirtió la Tierra.

Hemos sido silencio y palabra, llanto y resiliencia; hemos asistido a muchos más velorios que bautizos, y que Dios nos perdone si al callar hemos otorgado; si nos ha faltado más valor, y si olvidamos los nombres y los rostros de los héroes del lápiz y la palabra, aquellos que pasaron su primera noche de muertos, en una mesa de medicina legal.

Hemos sido tantas cosas, tantas ausencias, tantas huellas, que tenemos el alma llena de cicatrices; pero es eso, justamente, lo que nos hace seguir siendo nosotros y los otros; parte de los vivos y una sombra de los  desaparecidos.

Je suis Charlie… Escrito en las camisetas, en las manos, en las pancartas y las protestas. Pero sobre todo, en ese roto -ese tajo violento- que nos deja la muerte, en la mitad del corazón.

ariasgloria@hotmail.com