Carta abierta por Bogotá
Gina, Mockus, Galán y David:
Escribo esta carta el jueves 29, víspera del cierre de los tarjetones electorales.
Les escribo a ustedes, porque los cuatro son decentes; no han caído en las trampas de los populismos ni han utilizado artimañas para conquistar votos; su recorrido público ha sido correcto y orientado por una sana vocación de servicio a la comunidad. A ustedes se les ocurren cosas viables y dinámicas, con las que uno siente que la ciudad puede mejorar.
Los cuatro tienen independencia, y están libres de antecedentes deleznables. A los cuatro los puede uno mirar de frente, y lo que ve es nítido y sin ataduras.
Pero ninguno de los cuatro, solo, reúne todo lo necesario. Gina sí, pero no tiene los votos suficientes. Mockus, usted es brillante, nos enseñó cultura ciudadana, pero es difuso y confuso; Galán y David, ¿no es mejor ser parte de una buena coalición que perder en soledad?
Cada uno por su lado, no va a poder contra los artificios de Petro ni contra el megáfono ex presidencial de Peñalosa.
A estas alturas del partido, sin alianzas no hay caso.
Ustedes y sus equipos son capaces de suscribir acuerdos que -sin renunciar a la identidad política, intelectual y personal de cada quien- le permitan a Bogotá, ganar una alcaldía transparente, social y moderna.
Las ciudades merecen alcaldes que las respeten, que las hagan crecer en dignidad, seguridad y confianza. Alcaldes que comprendan que los cinturones de miseria no se eliminan por decreto ni con tanquetas; que el trabajo infantil es el círculo vicioso de una sociedad sin conciencia; que la salud es un bien, un derecho y un deber; que para hundir una ciudad no se necesita mucho, y para salvarla, se necesita todo; que las políticas sostenibles son las que armonizan el compromiso y ejecución del sector privado, con un sector público de manejo limpio y vocación social.
Alcaldes honestos por dentro y por fuera, que no se lucren ni política ni económicamente de las arcas de la ciudad y del engaño a los ciudadanos. Alcaldes a los que uno quiera admirar, y no encarcelar.
Prometer imposibles demagógicos debería ser sancionado por alguna ley de ética electoral; pero aquí nada le impide a un candidato subirse a una tarima -con o sin ex presidente a bordo- y ofrecer todo aquello que tenga posibilidad de cautivar a las masas. (Masas: palabra horrible, apetecida por un tipo de políticos, e irrespetuosa frente a la esencia de los individuos).
Me gusta que ustedes no se dirigen a las masas: miran a los ojos, y les hablan a las personas.
Si cuando lean esta carta ya hay más pactos además del anunciado, ¡genial!; si no, todavía les queda hasta que termine el día.
Gina y Mockus: yo votaré por su alianza, así como está anunciada, y ojalá se sumen Galán y David.
Ustedes cuatro tienen un hilo conductor que les viene por naturaleza, tienen buena fe intelectual y gerencial. Si los cuatro unen esfuerzos y electores alrededor del nombre de Gina, la que ganará es la ciudad.
Ayúdennos a votar por convicción y no por desesperación.