GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 11 de Diciembre de 2012

Palabras, palabras, palabras

 

Son  tantos los momentos en los cuales es preciso recordar aquella expresión del Príncipe Hamlet que al ser preguntado por uno de sus leales -Polonio- acerca de lo que leía recibió como respuesta aquello de “palabras, palabras, palabras” que luego una canción popular tornó a inmortalizar para las generaciones no lectoras en la magia de Adriano Celentano y de Mina en el reclamo masculino y las versiones femeninas de Silvana di Lorenzo y más cercanamente -entre nosotros- de Pimpinela.

Esta expresión se quedará en la historia de la cultura pero preferentemente en el capítulo de la política en el que ha anidado de tal manera que fatiga. Basta sin duda escuchar a los  políticos nuestros -y en cualquier parte del mundo parece ser igual cuando hablan de lo humano y de lo divino- como lo han hecho, por ejemplo, los últimos tres presidentes del Senado y aun aquellos de la Cámara sepan o no leer.

Se atribuye a Domingo Faustino Sarmiento el haber dicho que “la Ignorancia es atrevida” y tenía razón y la conserva acrecentándola con el paso del tiempo. Y ese atrevimiento es el que los lleva a  decir cualquier cosa  y quedar con la certeza  de que han logrado convencernos olvidando el sentido político del pensar de Juan Pablo Terra que afirma la “sensatez básica del pueblo”.

No importa que después al cambiar de opinión que no de pensamiento -porque pensar es algo diferente y de poco uso- recurran a una estratagema propia de las “veletas” que conducen a la afirmación de que no son ellas las que cambian sino el viento.

Desde cuando se tuvo noticia de lo decidido en el Tribunal Internacional se ha hablado de todo. El cambio de opiniones ha sido al menos risible y hasta ha generado una necesaria opinión magistral de Nieto Navia sobre el sentido del verbo  “acatar” y que ha conducido a alguien a hablar de la  “acatación” en una muestra insólita de creatividad idiomática.

No de parte de Shakespeare en el Hamlet sino de parte de las canciones mencionadas hay una continuación en el texto que es preciso recordarle a las simas de la cultura nacional que ejercen de políticos y es aquella parte de “las rosas y de los violines” sino ante todo de los “caramelos” que ya no se está dispuesto a aceptar .

Es terrible no ser creído. Antes la palabra valía pero ya no. Antes “Dios” era una certeza hoy no se puede creer en quienes lo invocan porque ese dios no es el mismo que ayer respaldaba la honestidad. Pero no entremos  en ese camino porque perdimos 14 puestos en el estudio sobre la corrupción y ya no nos creen en los discursos porque está más que nunca valiendo aquello de que las palabras se las lleva el viento y que son los escritos los que permanecen.

Puro cuento la política de hoy que está compuesta tan solo de “palabras, palabras, palabras” y que nos perdone Hamlet.

guilloescobar@yahoo.com