GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 10 de Abril de 2012

La democracia extraviada


Se  habla en estos días en Europa de la “democracia extraviada”. Los amantes de ella se duelen al constatar que ha desaparecido y solamente permanecen palabras “plásticas” sin sentido que la evocan pero no alcanzan a determinar cuando fue el momento en que ella se les escapó.
Un día cualquiera alguien habló “de democracia radical” y quienes lo acompañaban entonaron gritos y formaron trifulcas olvidando que a lo que se refería el hablante era a las “raíces”, al rescate de lo que hace que un árbol sea un árbol y que lo radical no está en el agitar del follaje sino en cuan profundamente la raíz se hunde en la tierra y hace que el árbol pueda soportar los ventarrones y tornados si fuera necesario.
Hay quienes no denigran del árbol y afirman con gusto su complacencia pero a la larga o a la breve se descubre que lo que les gusta es la cruel maravilla de los “bonsai”, ese bello pero dolorido engendro de un gran árbol reducido al mínimo tamaño posible. Yo vi un “enebro”, árbol alto y fuerte, en la vida real; uno se podía sentar bajo su sombra, había pájaros y cantaban, se podía subir a sus ramas para mirar en el horizonte, cuando venteaba crujía como quejándose y las hojas con el rumor le suavizaban penas o le aplaudían alegrías; era un maravilloso árbol. En cambio sobre el escritorio de un amigo hay un enebro bonsai al que cada tanto recorta sus endebles y mínimas raíces para que no crezca. Todo su cuidado está orientado a que el arbolito no se desarrolle, a que se parezca sí al original pero no se escape de su control. Hoy parece que todo es así, que se ama la apariencia y que es lo real lo que hay que evitar. Hay café sin cafeína, azúcar que no lo es, mantequilla que no lo es y tantos otros ejemplos que conducen a un “humanismo bonsai” -sin humanidad- y a una democracia que sólo conserva las apariencias.
Entonces se entiende que la política de este país es “bonsai”, no interesa sino salvar las apariencias, cortar permanentemente las raíces para que no crezca, deslegitimar a quienes sí intentan que sea un árbol propicio bajo el cual crezca la historia. ¿A quién anima hoy día el concepto de democracia? ¿A quién moviliza? Para decirlo claro, a pocos.
Todavía recuerdo cómo se les llenaba la boca a Misael Pastrana y a Mariano Ospina, a Álvaro Gómez y a Luis Carlos Galán -para nombrar sólo algunos entre los pocos- con el término democracia. Hoy los enemigos de la vida, los heraldos de la muerte de niños y de ancianos, los amantes de la corrupción, están listos a la jardinería bonsai porque no quieren que la democracia sea árbol. A propósito: tarea del Procurador es seguir retirando a los jardineros bonsai que amenazan dejarnos sin raíces.
guilloescobar@hotmail.com