“Yo me llamo”
“Conócete a ti mismo” era frase -según dicen- colocada en la puerta del gran tempo de Apolo en Delfos y que imponía la tarea de responder al desafío de mirar hacia adentro de sí mismo, descubrirse, intentar aceptarse, conocer límites y salir a la apasionante tarea de determinar qué sueños han de orientarnos y adoptar los principios que habrán de construirnos el camino o el cauce para llegar a ellos. ¡Tarea difícil, sí! En la modernidad se impuso aquella fantasía del mirar “tan solo el afuera”, esa narración del “espejito, espejito quien es la más (o el más) linda/o en el mundo” y todo sueño, toda grandeza va reduciéndose al maquillaje, a la imagen y entonces se ha venido llenando nuestra realidad de Barbies, Supermanes y una serie de “clichés” que conducen a las y a los modelos, que sólo procuran valer por la fachada -vestidos o no- que llaman la atención sí y fascinan mientras no se detenga el observador en la mirada que no han encontrado la posibilidad de sustituirle su valor de “ser las ventanas del alma” y que en la mayoría de estos seres artificiales sólo disimulan cuando se colocan los anteojos oscuros.
“Sé tu mismo”. ¡Este es un extraordinario desafío que a todos convoca; para seguir ese llamamiento es preciso tomar decisiones! No es fácil pero es definitivo. Es allí donde se produce la gran bifurcación que conduce a la grandeza (cosa diferente a la popularidad) o la mediocridad (situación que facilita el ser popular ya que la semejanza amontona a los que se parecen).
Baste simplemente mirar momentos impresionantes de la vida contemporánea que agotarían páginas de la llamada “farándula”, el apetito de aparecer no sólo en revistas, periódicos, televisión que han dado origen a programas como el “Gran Hermano”, donde hay quienes confiesan - lejos de todo pudor- la pretendida fortaleza de sus vicios privados, llaman a la radio a confesarse porque tienen necesidad de poner en evidencia su mediocridad. Y como el lenguaje se les queda corto han dado en inventar -para aplaudir su propia minusvalía- el añadir el término “súper” para hacerse notar. Hoy cualquiera es “súper inteligente”, “súper famosa” o vaya a saber qué más.
Pocos son los que se arriesgan conocerse a sí mismos y por ello también lo son los que aspiran a ser “sí mismos”.
Por eso han aparecido ese tipo de iniciativas de “Yo me Llamo”, en donde el ideal es la imitación, no la originalidad, donde se convoca a quien quiera tener éxito a “ser otro”, no sí mismo.
Y si se quiere ver la dimensión política de esto baste mirar un partido como el Conservador que participa del “Yo me llamo U”, o “Yo me llamo…”, pero no se atreve a reiniciar la aventura de ser “sí mismo”.