GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Enero de 2013

Rita Levi Montalcini

 

La  conocí en una reunión de la Pontificia Academia de las Ciencias. Debo advertir que no fui “amigo“ de ella ya que no quiero pertenecer a ese club de gentes que treinta segundos después de conocer a alguien son “íntimos amigos“ y que persiguen una foto instantánea para exhibirla como prueba irrefutable -pero única- de la supuesta amistad y, lo que es peor, aquellos que se vuelven amigos íntimos de quienes acaban de fallecer y van construyendo su propia leyenda que divulgan a ciencia cierta que el difunto no podrá ya defenderse.

Pues bien, la conocí. Sabía quien era. En el largo mesón académico estuve junto a ella las dos horas que duró la reunión con el recién  investido Papa Benedicto XVI. En la espera me preguntó quién era; le dije de mi oficio y de lo que enseñaba en la universidad pero lo que  realmente le interesó fue el apellido de mi padre, “Sefardí“ dijo. “También lo soy“. Se sonreía casi con los ojos. Luego entró el Pontífice. Ella -como todos- se puso de pie y lo aplaudió. No era ni católica ni cristiana sino hebrea. Era como acostumbraba decir “inteligencia“. Siempre vestía de negro, caminaba lento pero tenía no la jactancia superficial de quienes van a la moda sino el estilo que transparenta la calidad del ser.

Otra vez visitando a un amigo senador la volví a encontrar; era senadora vitalicia. Ese día intervino. La voz pequeña, sustantiva, de pocas palabras, exacta como los que saben de qué hablan y no requieren de la ampulosidad de los adjetivos ni de la melosidad ni del manoteo propio de nuestros políticos que parecen luchar como molinos de viento sacudiendo las aspas y luego esperando que por sus ocurrencias sus semejantes los aplaudan como focas. Al final quedó claro: la sesión valió la pena por el minuto breve de su intervención. No es entonces impropio sentir el desconsuelo por quienes conforman nuestro estamento senatorial. (Claro que en Colombia hay inteligencia y honradez espiritual para conformar un Senado). La saludé a la salida del recinto. No la volví a ver pero no la olvidé. La gente grande marca los ojos. Ahora leí la noticia de su defunción y leí con gratitud que a esta mujer laureada en 1986 con el Premio Nóbel de Medicina la fueran a despedir gentes humildes y del común así como algunos políticos que no vieron la necesidad de estar allí junto a una mujer que honró el ser persona y que enriqueció la humanidad.

Era conocida como “la Señora de la Ciencia“. Las palabras eran un tesoro que  usaba con precisión. Nunca se hizo publicidad pues estaba lejos de aquellos científicos que cada año “descubren de nuevo“ lo que ya habían descubierto el año pasado y seguirán así el resto de sus días.

Leer sobre Rita Levi Montalcini es un vademécum para aprender cómo ser grandes.

guilloescobar@yahoo.com