La calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos.”
Miguel de Unamuno
Después de superar el covid-19 y regresar a mis diarios recorridos por las calles bogotanas, he notado que el tejido humano, que amanece a la intemperie en nuestras flamantes y acabadas avenidas con nombres de héroes pocos recordados, ha aumentado ostensiblemente.
Entre la avenida Caracas con 26 y la estación tercer milenio conté 36 seres humanos tirados en el frío andén, cual bolsa de basura, sin dolientes, sin miradas misericordiosas y sin la posibilidad de tomarse una bebida caliente.
Soy consciente de que para las autoridades, en este caso las distritales, no es un manejo fácil el de habitante de calle, en donde se encuentran desde profesionales, estudiantes y ancianos sumergidos en la droga, como gente desplazada de los campos colombianos, o venezolanos huyendo de su país. Pero yo creo que algo más se puede hacer, por estos seres humanos que de todas maneras merecen la atención del Estado.
Alguien dijo “Las calles están vivas con el sonido del dolor”, motivo suficiente para intentar implantar un programa de ayuda con el apoyo de la nación o crear granjas agrícolas donde llevarlos para rehabilitación o que algunos sean acogidos nuevamente por sus familias. Muchos de ellos lo han perdido todo, hogar, hijos esposas trabajo y hasta la cabeza.
Cada uno tiene su historia macondiana, hablan varios idiomas, vuelven a sonreír, agradecen que les pongan atención y escuchen sus relatos de vida y sobre todo que les den un poco de alimento.
En Bogotá no hay una cifra exacta de los seres que habitan la calle, pero hay cálculos de 15.000 personas que soportan su destino y según Medicina Legal se han registrado 1.539 muertes en todo el país en los últimos cinco años.
“La pandemia ha sido realmente un momento muy duro, muy triste de hambre, desolación y muchos inclusive han muerto en las calles”, reveló el sacerdote franciscano Gabriel Gutiérrez, que lidera la Fundación Callejeros de la Misericordia y que es más conocido entre esta población como “frayñero”. Él hace un llamado a Colombia, al Estado, a aquellos a los que les corresponde, para hacer una mirada humanitaria para enfrentar esta crisis humanitaria que están viviendo miles de habitantes de calle en la capital y Colombia.
El subsecretario para la Adultez de Integración Social del Distrito, Daniel Mora, señala que se están haciendo jornadas con los habitantes de calle para brindarles baños, ropa, alimentos y asistencia médica.
Bajo el seudónimo de “Alas” un poeta escribió: “Hacedor de sueños eternamente postergados, equilibrista de un mundo de violentos amaneceres, en colchones de humedad y de frío, impregnados vives tus noches y tus días, sin imaginar placer he visto vestir tus harapos, siempre día a día recorriendo andenes, veredas, subterráneos o puentes golondrina herida de sociedad indiferente y perdida ves tu rostro ajado, de lágrimas agotadas, en el agua de la fuente”.