A un mes largo de las elecciones para la Presidencia llegó a mis manos un folleto de bolsillo denominado “Propuestas para el futuro de Colombia" de Iván Duque, para muchos desconocidas, que recoge no cien sino ciento sesenta y dos soluciones, publicadas en su libro IndignAcción. Lo más curioso es que ni en su publicidad o pauta radial se hace alusión a la metáfora del árbol, que alude para presentar esta visión de país, aunque sus videos siempre abren con la opción de hablar de futuro.
La metáfora del árbol comienza por la semilla -la buena semilla-, que la define como la libertad y el orden. Y es ante todo la esperanza de tener “libertad de crear empresa, pensar y actuar diferente, vivir y andar por nuestras ciudades y campos y cómo adelantar un emprendimiento, expresar nuestras ideas y asociarnos para defender nuestros principios”. A esta se suma “avanzar con un cultura de orden que implica que “no se manosee la justicia y….se asegure una sanción efectiva contra cualquier manifestación de violencia”.
A esta semilla le añade raíces profundas como son la seguridad y la justicia, la austeridad y honestidad en la administración del Estado, unas instituciones independientes, donde se reúnen las políticas de educación (inseparable de la nutrición), salud, familia y cultura.
El tronco -del desarrollo, podemos decir- es la economía de mercado, a la que se le atribuye el calificativo de dinámica, con sentido social. Donde se desprenden las ramas de la innovación social, el campo con progreso, el emprendimiento, la ciencia y la tecnología, la economía naranja y el deporte, la infraestructura y las ciudades inteligentes y creativas.
Sin hojas verdes éste solamente sería un chamizo. Por esto pasa al follaje donde deja la sostenibilidad ambiental como política transversal.
Y como se dice “por sus frutos los conoceréis”. Aquí subraya como los mejores resultados el empleo digno y estable, ingresos justos y la equidad a través de la reducción de brechas de ingresos, no sólo poblacionales sino especialmente entre regiones, brechas de consumo de alimentos, brechas de acceso a la educación, la tecnología, el empleo y la banca.
Dando lugar al mayor de los frutos como es la felicidad. Y sí. Habla de la felicidad como criterio de evaluación, que para los economistas se traduce en tener medidas del alcance en la reducción de brechas sociales: “la felicidad… medible y evaluable”. Hasta ahora, digo, tal vez medida por índices de reducción de pobreza, en multidimensiones, de la adquisición de bienes y servicios o de la competencia educativa o competitividad de las regiones.
Finalmente, el árbol frondoso puede padecer si no tiene el sol y la lluvia, a las cuales atribuye la transparencia de las acciones del gobierno y la participación ciudadana con medios para presentar sus denuncias, ideas o presupuestos.
Entre estas líneas se tejen muchas propuestas específicas que debemos ahondar, por ese lugar común denominado por el candidato como el futuro, al que Marta Lucía Ramírez va a sumar, muy seguramente, todos su experiencia y esfuerzo.