“La justicia social es el nuevo nombre de la paz”, recordaba, oportunamente, S. Paulo VI, en la extraordinaria Encíclica “Populorum Progressio” (26-03-67). No es negociando aspectos que son base de principios fundamentales, ni concesiones que lo vulneran, cuanto se haga al negociar en diálogo de paz. Hay que ir al grano, ante todo a factores económico-sociales, a los que es indispensable dar solución, y a situaciones de gran desequilibrio social.
Es preciso ir a la aplicación de soluciones, teniendo en cuenta principios básicos como la dignidad de la persona humana, desde el momento de su concepción hasta el fin de su vivir natural en la tierra. Sobre la dignidad de ese ser, que es el centro de la creación, ha inculcado la Iglesia Católica en distintos documentos sociales, y fue el tema central de discursos y radiomensajes del gran Papa Pio XII. En este momento, ante la urgencia de defender nuestro planeta de incalculables catástrofes, se insista en tomar decisiones en el campo ecológico. El Papa Francisco, ante este tema, y haciendo eco a todo el mensaje cristiano, reclama como primer objetivo de atención al ser humano.
Teniendo en cuenta aplicar lo anterior, es indispensable descender al tema agrario, con el que se comenzó en la negociación con las Farc, pero después como se lo dejó de lado. Además, sobre puntos concretos como la salud y la educación, no sujetos a intereses personales, de lucros económicos, si no, de verdadera utilidad general. En este tema, es preciso poner en alto algunos llamados concretos al respeto de la propiedad, con sus limitaciones y buenas ejecuciones con miras al bien común. La educación en lo rural reclama gran atención, pues las conquistas logradas van encadenadas, ante todo, a lo universitario, casi como tema único.
En medio de las anteriores miras, es de tener en cuenta dejar en claro lo relacionado con los reclamos y protestas sociales ante abusos o descuidos de gobiernos, que son derecho constitucional, pero sin desmanes, ni destrucción, ni atentados contra la vida. Es preciso reclamar ejemplares castigos, pues benignidad e indulto ante graves abusos en esa materia, así como con el secuestro, el reclutamiento de menores para colocarlos como escudos, el abuso sexual de menores y de mujeres, es algo que reclama fuertes sanciones.
Volviendo al título de ésta columna, es un llamado a que en todos los ambientes se tenga en cuenta que para que todas las clases sociales, para su armonía interna y relaciones con las demás, es preciso que haya profundo cultivo de “honestidad y civismo”. Su cultivo llevará a pactos de trabajo serio, con frutos estables, que se vuelvan ruta certera para todo buen ciudadano, aceptar y cumplir aquello de que “el mejor negocio” para bien personal y de la sociedad, “es el de ser honrado”, o aquello de “no pensar tanto en lo que la Patria debe hacer por uno mismo sino lo que cada cual debe hacer por ella”. Trabajar por acuerdos de paz de espaldas a todo lo recordado anteriormente, llevaría, al final, a decir como el mismo Libertador: “aré en el mar y edifiqué en el viento”.
*Obispo Emérito de Garzón