HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Lunes, 12 de Noviembre de 2012

Las bandas criminales ‘bacrim’

 

Desde  la infancia de la humanidad, el delito siempre ha tenido causas múltiples, diversas y variadísimas. Se ha demostrado que el delito no solo es un hecho “típico, antijurídico y culpable”, sino un hecho social, económico, político y ambiental. Las ‘bacrim’ se originan  en varias motivaciones. Como penalista y autor de obras sobre este punto expondré el aspecto social del delito de la siguiente manera. Muchos de los jóvenes cargados con graves taras hereditarias, colocados en un ambiente favorable, no llegarán a exteriorizar su potencialidad criminal, pero en un medio familiar o social inmoral o vicioso, o expuestos a otro género de estímulos criminógenos, no tardarán en seguir el camino del delito.

El ambiente es necesario para que el delito no llegue a realizarse, el ambiente motiva y valoriza las tendencias hereditarias.

Entre los niños y adolescentes guerrilleros son numerosos los que provienen de familias defectuosas: los huérfanos  de padre o madre, los abandonados por el padre o por la madre, los de padres divorciados o separados, los de padres que, a causa de su trabajo, pasan la jornada alejados de sus hijos, los hijos de mujeres viudas o abandonadas. Muchos padres irresponsables derrochan sus ingresos en mujeres y alcohol, dando la espalda a su familia. La madre para sobrevivir trabaja todo el día fuera del hogar y los hijos quedan solos. No faltan las progenitoras que se dedican a la prostitución o a cometer ilícitos.

Hay que destacar otros elementos que influyen decisivamente en el comportamiento desviado de los adolescentes. Algunos padres son totalmente inmorales, alcoholizados, violentos, maleantes. ¿Y qué decir de los niños que viven en un entorno familiar infernal, madres depravadas, hogares en continua discordia, presencian diariamente riñas, agresiones, vulgaridades y son víctimas de golpes salvajes? A veces los mismos padres son los que les enseñan a cometer delitos, fraudes, estafas, hurtos, atracos.

La miseria, el hambre, conducen a violar la ley… La prensa habla de padres que obligan a sus hijos a practicar la mendicidad y el robo. Por la pobreza hay hacinamiento en los tugurios. Un alto porcentaje, según el DANE, de niños que delinquen proviene de zonas marginadas. Cinco y hasta diez personas duermen amontonadas en una misma pieza. Por esta razón abunda el incesto y la violación sexual de menores. La calle es otra escuela del crimen. Allí se encuentran las tentaciones más vivas, los consejos más perniciosos, las escenas de brutalidad y de embriaguez, la prostitución, el lenguaje de la obscenidad más repugnante, los bares, los burdeles, las casas de lenocinio. En la calle, las malas compañías influyen funestamente en los niños. Las relaciones extrafamiliares son catastróficas. Con perversidad los guerrilleros aprovechan estos elementos destructores para reclutar adolescentes.

La falta de campos de deportes en la ciudad y en el sector rural contribuye al vicio, a la vagancia o a las desviaciones. Con razón se repite que el “deporte es una actividad anticriminógena”.