HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Viernes, 5 de Abril de 2013

Un García Márquez distinto

Todo  lo que sea reivindicar la provincia colombiana hay que aplaudirlo y destacarlo.  No es la brillante capital de la República la que ilumina y le da importancia a la olvidada provincia; al contrario, es la provincia, casi siempre excluida, la que entrega con generosidad a la vanidosa metrópoli sus mejores hijos, sus productos y sus esfuerzos. Si Gabriel García Márquez  hubiera nacido en Barranquilla o Cartagena, en medio de la ruidosa política y de la feria burocrática, muy seguramente se habría convertido  en un estéril  funcionario o en un hábil cacique manipulador de votos.  La impactante facilidad de este hombre para fabular, para imaginar, para inventar historias fantásticas y que según su creatividad tuvieron posible escenario a la provincia, no lo hubiera motivado para entregarle a la humanidad su asombroso legado literario.

En un estrepitoso centro urbano le habría faltado a García Márquez la soledad propia de los fantasmas, la calma del recogimiento, la disciplina para tragar toneladas de libros y el entusiasmo y fervor en que vive sumido este intelectual. .

Todo esto fue destacado por el humanista y Embajador de México en Colombia, Florencio Salazar, al presentar en estos días el libro de Gustavo Castro Caycedo, titulado Gabo: cuatro años de soledad. Su vida en Zipaquirá. El volumen fue elaborado por Ediciones B. Colombia S. Muy significativo que Zipaquirá, destacado centro turístico y económico donde vivió García Márquez cuatro años cruciales de su vida, hubiera sido el sitio para tan concurrido acto cultural.

En el sólido ensayo de 10 hojas demuestra Florencio Salazar Adame lo acertado del libro de Gustavo Castro Caycedo al enfatizar cómo, en Zipaquirá, García Márquez  joven, indeciso en cuanto a lo que haría de su vida y superando mil vacilaciones toma, en forma definitiva, la resolución inquebrantable  de dedicarse a las letras. Gustavo Castro Caycedo dedicó 14 años a su profunda investigación y con multitud de reportajes o entrevista a condiscípulos del Premio Nobel acredita la trascendencia de la época del novelista en Zipaquirá. Constituye un error  -y ha ocurrido con García Márquez y otros personajes- al concentrarse sus biógrafos en el triunfador, en el narrador excepcional, sin ahondar en todas  las etapas de su turbulenta vida, muy especialmente en el lapso en que, venciendo dudas y temores, se orienta hacia la literatura. Los grandes victoriosos, antes de la fama, la abundancia y el éxito, padecieron  experiencias amargas y desoladoras. La pobreza los sacudió, el aislamiento los desmoralizó  y la impotencia, con frecuencia los acobardó. Si García Márquez hubiera sido vástago de una familia poderosa, seguramente no habría pensado en la gloria de la literatura. La blandura de la mesa, los dineros caudalosos lo hubieran motivado en forma diferente. A veces para cumplir grandes empresas, la dorada burguesía estorba.

Casi todos los libros de García Márquez sitúan al lector en un mundo asombroso. Se siente en un jardín cargado de piedras fantásticas, diamantes y rubíes. Su magia es genial. Es leído en 38 idiomas. Florencio Salazar sostiene que Zipaquirá debe explotar  al máximo el haber alojado durante cuatro años a este talento descomunal.  En Europa embelesan a los turistas mostrándoles la casa en que vivió un genio o la cárcel en la que escribió un libro que conmovió al mundo. Por todo esto el libro de Gustavo Castro Caycedo es de una importancia impresionante. La enorme acogida que ha tenido el volumen es muy merecida.