HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Abril de 2014

Los ‘yo acuso’ de Daniel Samper Pizano

 

Un buen periodista debe ser iconoclasta, irreverente, incrédulo y hasta pesimista. La sabiduría popular repite que un “Pesimista es un optimista con experiencia”. No hay que confundir al iconoclasta con el irrespetuoso o con el atrevido y el audaz. El incrédulo se aparta de lo convencional, cuestiona, hace preguntas, exige pruebas, no traga entero. El iconoclasta muestra nuevas hipótesis, señala errores, censura, critica con valor.

Un buen periodista es tenaz con sus tercos empeños de defender los intereses públicos. Sabe que los dineros de la comunidad son sagrados y quien los despilfarra o los sustrae ilícitamente tiene que ser desenmascarado y satanizado implacablemente. Tenacidad es firmeza en las convicciones, no obsesión delirante. No se derrumban falsos prestigios con críticas suaves, subterfugios, o denuncias ocacionales.

El periodista de éxito es el que se apasiona por su actividad, pues la considera un sacerdocio. La pasión es vitalidad, fortaleza, energía en campañas con frecuencia peligrosas por los intereses que trata  de demoler.

Todo lo anterior y otros atributos los tiene Daniel Samper Pizano, quizá pudo haber cometido errores. Nadie es infalible en el ámbito humano. Pero no se equivocó tratando de defender a la comunidad. Nadie puede negarle a Daniel Samper Pizano su extraordinaria vocación de entrega. Su fecundidad intelectual es asombrosa. Recopilador, creador, ensayista, crítico, entrevistador, humanista, novelista y muchas cosas más. Todo lo ha hecho con responsabilidad, madurez, sabiduría. La Academia Colombiana de la Lengua, dirigida por Jaime Posada, lo aclamó como miembro de esta prestigiosa institución.

Una comunidad puede sufrir por lo que un periodista dice. Pero un pueblo puede perecer por lo que la prensa calla.

En Colombia, al que tiene carácter se le dice que es de mal carácter. Daniel Samper Pizano ha sido de esos personajes que cuando hay que tomar una decisión crucial no la negocian. Le ponen el pecho a la adversidad con  entereza y arrogancia. Muy diferente a los timoratos, para los cuales la “Prudencia consiste en llegar a los escenarios conflictivos, cuando los peligros se han superado y todo es calma y paz”. Para los cobardes es inconveniente y negativo vivir la vida “peligrosamente”. Los “yo acuso” de Daniel Samper Pizano hicieron época. Lástima que ese periodismo investigativo poco abunda hoy, época en que más se necesita.

La estampa de Daniel Samper Pizano impacta. Pocos han volado más alto que este intelectual, ni tienen las alas más amplias, para ocupar mayor espacio. Admirado, temido, combativo, elogiado, criticado, satanizado. Pero ha sido el imprescindible, el líder necesario, el hombre que siempre está ahí, alerta y pujante para librar batallas.

En su vida privada es cautivante por su humor caudaloso. Ágil, rápido, culto, erudito, “nada de lo humano le es extraño”. Con un oído oye los elogios y con dos las críticas y las censuras, prefiere la discrepancia a la adulación, la dialéctica al oportunismo. Los colombianos sienten hondamente  a este servidor público. Su vacío será grande, inconmensurable. Aunque dice que se retira, su avasallante condición de periodista, lo obligará a seguir opinando, así sea esporádicamente y no con la frecuencia que todos los colombianos deseamos. En la madurez es cuando las águilas vuelan con más serenidad, equilibrio y fortaleza. En el fondo de su alma, Daniel Samper comparte la sentencia de Santander: “Cuando muera será el último día que deje de servir a mi país”.