HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Lunes, 12 de Marzo de 2012

Erradicar la corrupción

La moral, dijo el senador y presidente del Directorio Nacional Conservador, Efraín Cepeda, ha sido el emblema del Partido Conservador Colombiano. Y agregó: El divorcio entre la moral y la política les ha causado daños irremediables a los países. De igual manera, con poderosos argumentos, Alejandro Ordóñez, procurador general de la Nación, comprometió a centenares de alcaldes que concurrieron al Hotel Tequendama -Salón Esmeralda- para que el gobierno de sus pueblos y capitales actuara con ejemplar rectitud. Se desarrolló el programa de capacitación administrativa y jurídica de los mandatarios seccionales, con éxito. La contralora general, Sandra Morelli, con su equipo de funcionarios dictaron conferencias diversas durante dos días de intensa actividad académica.
La gran prioridad de Colombia es erradicar la corrupción. El Directorio Nacional Conservador, con Efraín Cepeda a la cabeza y con la colaboración de la Contraloría, la Procuraduría y el Centro de Estudios Colombianos -CEC- demostraron los estragos que ocasiona la corrupción. En mi intervención sostuve: Es unánime la idea sobre el costo catastrófico de la corrupción. Les quita credibilidad y legitimidad a las autoridades; ahuyenta la inversión extranjera al ver que todo funciona a base de sobornos y mordidas. Se venden sentencias, decisiones, conceptos; la contratación pervertida sube al doble los costos y envilece la calidad de los materiales y la calidad de la mano de obra. Tramita leyes con beneficiarios propios; se pagan estudios y consultorías por asuntos que no se llevan a cabo; ejecución de obras para valorizar predios de terratenientes; viajes y congresos faraónicos innecesarios; venta de información privilegiada que debe mantenerse bajo reserva. Por omisión se cometen delitos. Veamos algunos. No denunciar los hechos graves e ilícitos que se conocen; dejar iniciadas obras costosas; montar espectáculos frívolos para ganar popularidad; denegar justicia; prometer y ofrecer mil cosas y no cumplirlas; improvisar obras sin responsabilidad técnica y financiera; dejar que prescriban los términos sin actuar, por negligencia.
Todo lo anterior conduce al malestar ciudadano, dificulta el proceso de dignificación del hombre colombiano. Se encarece la inversión en infraestructura básica y la prestación de servicios esenciales, disminuyendo la posibilidad de extender las obras en favor de los más necesitados.
La corrupción propicia una cultura política de ausencia de civismo en virtud de la cual el ciudadano se va convirtiendo en un evasor de sus deberes, no sólo fiscales sino de toda naturaleza. Se destruye o se debilita así la relación de cooperación entre los ciudadanos y las autoridades, y se genera un ambiente hostil, agrega Alberto Poveda Perdomo que en nada contribuye a la construcción de una sociedad como la proyectada por los prestigiosos moralistas. La deshonestidad le da categoría a aquello de ‘todo vale, todo está permitido’. Darío Echandía afirmó: ‘En política se pueden meter las patas, pero no se pueden meter las manos’. El dinero público es sagrado y quien lo derrocha o extravía comete un delito de lesa patria.
*Discurso en el Hotel Tequendama